Mi extinguida
vocación se cultivó en los albores de la infancia, en el ir y el venir de una
familia tradicional de campo, amamantada por un fuerte fervor cristiano. La educación religiosa que recibí siguió con firmeza cada uno de los
pasos que marcan los sacramentos. Me bautizaron en la cuna, tomé la comunión de
niño y al final de mi adolescencia ingresé en el seminario, camino del porvenir
del servicio al altísimo.
El vivir
instalado en un ambiente tan marcado y sumamente complacido, recibir una
formación estricta y el miedo y rechazo frente a lo prohibido, no me permitieron
cuestionar a fondo el sentido de la creencia, y tan siquiera el de mi propia existencia.
Así, supongo, pensaban mis abuelos, y así querían mis padres que lo aceptara yo.
De esta forma labré mi compromiso, forjado con el celibato, mi unión con Dios,
hasta que un día cambié el ostracismo seminarista y un plácido futuro como
párroco por las clases de historia en un colegio de secundaria que la orden
tenía en la capital.
De entrada
tuve que aceptar la reciente irrupción del personal laico en el profesorado, en
clara respuesta al escaseo vocacional de los jóvenes de mi generación. Algo más
de esfuerzo me llevó quitarme el recelo que me causó el encontrar una compañera.
La profesora emborronaba con una dulce caligrafía pizarras enteras con fórmulas
trigonométricas y propiedades geométricas. Tenía un aspecto angelical, se la
intuía decidida e inteligente. Era recatada al vestir. Recuerdo su falda larga
y las tonalidades castañas de su largo pelo, firmemente fijado por una coleta.
Su rostro era agradable y su sonrisa era capaz de iluminar la tormenta más
negra. Esas tiernas facciones custodiaban una caja de sorpresas de la que yo iba
a tener la oportunidad de ver, tocar e
incluso paladear.
En mis
primeras semanas, mi carácter retraído y el temor que siempre acepté naturalmente
hacia el sexo femenino me apartaron de ella. Los tímidos encuentros en el
pasillo me incomodaban, me alteraba sin premeditación y esquivaba como un
resorte su mirada tras un insustancial hola y adiós. Aprendí con el tiempo a prever
y evitar los fugaces momentos en los que coincidíamos, para alejar la tensión
que me consumía. En los claustros, afortunadamente, no le cedía más de un
asentamiento con la cabeza. Al contrario de lo establecido, mi plan de
aislamiento corporal fue un impulso definitivo para que mis pensamientos se
agitaran peligrosamente.
Al acabar de
comer, tenía por costumbre bajar a un aula vacía para preparar las clases del
día siguiente, revisar exámenes pendientes o recibir las siempre inoportunas
dudas de los alumnos. En una de aquellas tardes, una intensa lluvia se apoderó
del cielo, mientras en mí piel sentía una penetrante sensación de frío seco. De
repente, mi corazón dio un vuelco al ver la entrada de una mujer toda empapada.
Pensé que se trataba de la madre de algún alumno, pero rápidamente la reconocí.
Su cabello liso había dejado paso a un indomable mar de rizos, y su rostro inocente
dio paso a una sonrisa maliciosa,
descarada, que se deleitaba cada vez más ante mi inseguridad. Quedé completamente
paralizado, sin reacción, exhausto, con una sofocante, y hasta ahora
desconocida, sensación de calor de la que me atrevo a reconocer como
placentera. No opuse ningún tipo de resistencia, sus manos ya se deslizaban por
mi cuerpo y su boca despedazaba sin compasión la mía. Sin haber mediado ninguna
palabra, inmóvil, y aún temblando, la vi desaparecer del aula.
Esa misma
tarde renuncié a mi puesto en el colegio y comencé un período de búsqueda en mí
mismo que derivó en el abandono de mi ocupación religiosa.
En cuanto a
ella, pensarás, cambió la compañía de los sacerdotes por la de las monjas. Cuando
llevo a los niños al colegio, maldita coincidencia, recuerdo aquellos cabellos
que ahora su hábito esconde mientras recibo cortante su indiferencia en
respuesta a mi perspicaz sonrisa.
Visto lo visto, tendré que aceptar que el
inescrutable camino marcado por Dios no siempre conduce hacia él.
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Fuentes de Inspiración:
Cuéntame Como Pasó (serie).
Dolores Se Llamaba Lola - Los Suaves (canción).
Imaginación, demasiada...
Cuéntame Como Pasó (serie).
Dolores Se Llamaba Lola - Los Suaves (canción).
Imaginación, demasiada...
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