En
cierta ocasión, un personaje oscuro se dio cuenta de que su vida no tenía
ningún sentido. Astutamente, decidió buscarse un enemigo. Una vez lo encontró,
comenzó a adoptar costumbres y opiniones opuestas a las de éste. El personaje
oscuro frecuentaba los cafés y las tertulias para despotricar contra él sin
piedad, alertando al resto de los peligros que entrañaban los pensamientos y
las futuras acciones que llevaría a cabo su adversario. Aunque nunca coincidió
con el blanco de sus iras, los rumores apuntaban a que él también era
vorazmente vilipendiado. Eso le irritaba profundamente y le hacía ensañarse
cada vez con más energía y rabia, hasta el punto de centrar todos sus esfuerzos
contra su antagonista.
Aunque pudiera parecer que lo odiaba
con toda su alma, en el fondo lo amaba. La existencia de un enemigo le había
dado un penoso, pero ansiado, sentido a su vida.