La Beatriz,
la hija del Raimundo “El Colorao”, no fue nunca a la escuela. Cuando era niña,
la oscuridad y el hambre se instalaron en la realidad que vivía. No quedaba tiempo ni pensamiento para el futuro, tan sólo para la
subsistencia del día a día. Antes de salir a la calle a jugar con las demás
zagalas del pueblo, su madre le advertía que no debía juntase con la Rosario,
la hija del Juan “El Tieso”, y que si alguien le preguntaba por su padre, “El
Colorao”, dijese que lo mataron en la guerra, que por eso vestía aquel
destartalado vestido de riguroso color negro.
La Beatriz,
aún chica, no sabía que en realidad su padre estaba más cerca de lo que creía. Raimundo
“El Colorao”, como tantos otros, estaba escondido en la cueva de la Alacea, en
plena sierra, a unos kilómetros del pueblo. Desde allí, aquellos hombres desposeídos
trataban de buscar con la mirada el pueblo del que habían huido, la familia que
habían abandonado, las ovejas que sin su protección habían devorado el hambre,
el frío y los lobos, la aceituna y la almendra que habían dejado sin recoger
ese año, el anterior y el anterior. Entre los compañeros de Raimundo “El Colorao”
se encontraban Emilio “El Malasombra” o el que hubiera sido el maestro de la
Beatriz, don Faustino.
Desde que don
Faustino desapareció, nadie se había hecho cargo de la escuela, claro que,
tampoco se había quejado ningún vecino. Los más acaudalados habían mandado a
sus hijos a un internado, a un convento o a un seminario lejos del pueblo. Los
demás tenían suficiente con callar y tuvieron que mandar a sus hijos a echarle
de comer a los animales, a traer el agua del río, a quitar tallos, a limpiar
broza, o, como el caso de la Beatriz, a vagar por la calle. Antes de la guerra,
su familia tenía un modesto cortijo, con dos corrales, unos bancales con olivos
y unos huertos. Después no les quedó nada, habían tenido que ir a vivir con la
abuela. Sus pertenencias pasaron sin miramientos a manos de las nuevas fuerzas
del orden, entre las que destacaba el nuevo alcalde, la máxima autoridad y a
quien todos sus enemigos temían, Juan “El Tieso”.
Una de
aquellas mañanas de invierno, la madre de la Beatriz tendía la ropa en las
peñas mirando de reojo la sierra. Estaba inquieta, no sabía si el paquete que
le dio a la mujer del Emilio “El Malasombra” le habría llegado ya a su marido.
El pico más alto de la sierra estaba completamente blanco, y pensaba que sí en el
pueblo hacía un frío que cortaba, en la sierra debía ser espantoso. Temblaba,
pero no de frío, sino al recordar la última visita de Juan “El Tieso” a casa. Llegó
apestando a licor y con una atroz sed de venganza. La arrinconó contra la
pared y le dijo que ya sabía que el maricón de su marido estaba jugando al
escondite por la sierra, y que muy pronto lo cazarían. Le susurró, mientras le
acariciaba los pechos sin poder oponer resistencia, que estaba a tiempo de
contarle donde estaba “El Colorao” y ofrecerle así un mejor futuro para la
Beatriz y sus otras dos hijas. Para rematar, le juró que si colaboraba con las
fuerzas de la ley y el orden, esas tierras, que sin más remedio les tuvieron
que quitar, podrían volver a ser suyas.
En ese
momento de escalofrío, escuchó las voces de la Beatriz, quien corría disparada
hacia ella. Era aún pronto, no era la hora de comer, y sus hermanas no habían
llegado todavía. Cuando llegó a las peñas, la Beatriz comenzó a gritar que
sabía dónde estaba su padre, que estaba en la sierra. Inmediatamente su madre
la espetó para que callara, por suerte no había nadie allí, y fueron a la casa.
La Beatriz contó que su padre, Raimundo “El Colorao”, estaba en la cueva de la
Alacea, que se lo había dicho la Trini, la hija del Emilio “El Malasombra”. Al
parecer éste último se lo había dicho a su mujer por carta, y ésta a la Trini. La madre
de la Beatriz hizo un gesto de preocupación por la revelación de su hija, y le
pidió que bajo ningún concepto lo debía mentar por la calle, porque sino los
hombres de Juan “El Tieso” irían a buscar a su padre para matarlo. La Beatriz, a
pesar de ser muy chica y de no haber ido nunca a la escuela, entendió perfectamente
que cualquier revelación podría ser fatal, como la que le había hecho a la
Rosario, su mejor amiga, la hija del Juan “El Tieso”, antes.
Tras la
revelación de la Beatriz, su madre se fue derecha a la herrería, a ver a la
mujer del Emilio “El Malasombra”. Allí encontró a Paco “El Herrero”, un hombre
rudo e inmensamente gordo, quien estaba calentando el hierro en la forja. En
seguida apareció su hermana, la mujer del Emilio “El Malasombra”, y se dirigieron hacia la casa de ésta. La madre de la Beatriz comenzó a gritar enfurecida, diciendo que
no se podía jugar con algo tan serio, que no le podía decir nada a las zagalas,
que eran muy chicas y podrían cascarlo, como ya había hecho la Trini con la
Beatriz, y como ignoraban, que lo había hecho la Beatriz a la Rosario. La mujer
del “Malasombra” le prometió que tendría más cuidado, le contó que el paquete había
llegado bien a su destino, y le dio una carta, era de Raimundo “El Colorao”, su
marido.
En la carta,
le contaba que el frío y el hambre no habían llegado a acabar con él, pues el
calor del recuerdo de ella, su amada, le daba fuerzas para seguir hasta el
final. Le decía que se iban a unir a un grupo que había al otro lado de la
sierra, ya en la parte de Jaén, para reconquistar el pueblo más pronto que
tarde. Enseguida, la madre de la Beatriz se derrumbó y comenzó a llorar, descargando
en su compañera toda la tensión, la soledad y el miedo que había acumulado
durante este tiempo atrás.
Ya a la
noche, en un fugaz instante, la emoción de la Beatriz y de su madre se
transformó en el mayor de los terrores. Un instante tan fugaz como el que tardó
Juan “El Tieso” en dar una patada a la puerta y abrir la casa de la abuela de
la Beatriz. En ese momento, la Beatriz, la niña que nunca fue a la escuela, se
acurrucaba entre sus dos hermanas. Su corazón dio un vuelco al oír la voz ronca
del padre de la Trini, el Juan “El Tieso”, quien reclamaba a su madre. Sabía
que a esas horas tan oscuras no podía tratarse de nada bueno, y se metió debajo
de las mantas tapándose los oídos mientras las lágrimas cubrían su rostro.
Al otro lado,
Juan “El Tieso”, completamente borracho, se tambaleaba eufórico frente a la
madre de la Beatriz. Entre carcajadas contó que habían capturado al cobarde del
“Colorao” en la cueva de la Alacea, en todo lo alto de la sierra, que lo tenía
en el ayuntamiento junto al resto de rojos que estaban con él, y que como en el
fondo era muy bueno venía para darle la posibilidad de estar un rato con él. En
un movimiento reflejo, la madre de la Beatriz se revolvió, y echó a correr
hacia el ayuntamiento.
Antes de
llegar, en la plaza, un tumulto de gente la zarandeó mientras la escupían y le
gritaban que era una roja y una atea. Un impulso de coraje, hizo que se zafase de
las garras de aquella gente y consiguió entrar al ayuntamiento. Allí, su
corazón se detuvo bruscamente. Tirados en el suelo yacían ocho hombres, todos
con numerosas marcas de disparos y con sus camisas manchadas de sangre. Entre
ellos reconoció a don Faustino, el que hubiera sido el maestro de la Beatriz,
Emilio “El Malasombra”, quien estaba custodiado por su mujer, quien aullaba de
dolor, y por Paco “El Herrero”, quien trataba de consolarla. No había rastro de
su marido, Raimundo “El Colorao”.
En ese
momento, Juan “El Tieso” la cogió y le dijo que pasara a la sala que tenía a su
derecha. Por un momento su corazón volvió a latir a un ritmo vertiginoso. Pensó
que Juan “El Tieso” le había dado la oportunidad de ver a su marido, y que en
breves momentos podría estar con él, abrazarle, acariciarle y besarle por fin. Pero
no hubo abrazos, ni caricias, ni tampoco besos, solo el amargo sentimiento que
produce ver al ser querido muerto a tus pies, mientras descubres que su captor,
el hombre que lo mató, te acaba de clavar en el alma la más cruel de las burlas,
la más punzante de las cuchilladas, mientras ríe y se jacta diciendo que aquel
colorín ya no podría volar nunca más.
Al día
siguiente, la Beatriz, sus dos hermanas, su abuela y su madre, la única familia
que le quedaba a Raimundo “El Colorao”, fueron a dar tierra aquella vida arrebatada,
aquel cuerpo apaleado. No hubo misa, ni oración, ni pésames, sólo tristeza,
lágrimas e impotencia, mucha impotencia. Tampoco hubo lápida, sino una marca en
el suelo que la lluvia y el tiempo se encargarían de borrar. A unos metros, el
mismo procedimiento fúnebre tenía lugar en torno al cuerpo del Emilio “El
Malasombra”. Aún se podían considerar afortunados, pues a los otros seis nadie
los reclamó y una hoguera de rencor transformó sus molidos huesos en polvo.
La Beatriz
nunca supo nada sobre la macabra broma que el padre de la Rosario, su mejor
amiga, le hizo a su madre. Pero, la Beatriz, sí que entendió que nada de eso
hubiera pasado si no le hubiera contado nada a la Rosario, si no le hubiera
dicho que su padre, Raimundo “El Coloroao”, no estaba muerto, como le había
advertido su madre, sino que estaba escondido en la cueva de la Alacea y que le ehcaba mucho de menos y que lo que realmente quería era verle. La Beatriz tampoco supo que su amiga, la
Rosario, le pidió a su padre, Juan “El Tieso”, que ayudara a la Beatriz a
reencontrarse con su padre, que la cueva de la Alacea no estaba tan lejos y que
él podría bajarle. La Beatriz tampoco supo que Juan “El Tieso” prometió a su
hija que sí que lo haría, que el mismo se encargaría de que muy pronto se
pudieran ver padre e hija. La Beatriz tampoco supo que Juan “El Tieso” le juró
a su hija que cuando encontraron a Raimundo “El Colorao” ya estaba muerto, de
frío, que él no lo mató.
La Beatriz,
la hija del Raimundo “El Colorao”, nunca fue a la escuela. Nunca supo leer, ni
escribir, ni contar, ni la interminable lista de los reyes godos. Después de la
muerte de su padre, antes de salir a la calle, su madre le advertía de que no debía
de juntarse con la Rosario, la hija del Juan “El Tieso”. Pero la Beatriz,
todavía chica, no necesitó saber de muchas cosas, ni de escuelas, ni las advertencias
de su madre, para que al llegar a la plaza, tras recibir la inocente
condolencia de su amiga la Rosario, volvieran a jugar como si nada hubiera
pasado, como si todo lo que nunca supieron fuera tan frágil como la vida, como
si todo el odio que rezumaban sus familias fuera tan ligero como para volar y desaparecer por siempre.
Amar es perdonar, pero no olvidar.
A mis abuelas y abuelos, y a todas aquellas historias
olvidadas…
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Fuentes de Inspiración:
Castril - Granada (pueblo).
Los Girasoles Ciegos - Alberto Méndez (libro).
Suela De Alpargata - Barricada (canción)
La Lengua De Las Mariposas - Juan Luís Cuerda (película).
Llegan Los Cuervos - Barricada (canción).
Silencio Roto - Montxo Armendáriz (película).
La Guerra Civil En Andalucía - Gonzalo Crespo Gil (documental).
Castril - Granada (pueblo).
Los Girasoles Ciegos - Alberto Méndez (libro).
Suela De Alpargata - Barricada (canción)
La Lengua De Las Mariposas - Juan Luís Cuerda (película).
Llegan Los Cuervos - Barricada (canción).
Silencio Roto - Montxo Armendáriz (película).
La Guerra Civil En Andalucía - Gonzalo Crespo Gil (documental).
Excelente y estremecedor relato, que nos recuerda una desgarradora realidad de nuestra historia.Y, junto a eso, muestras la realidad inocente de los niños, su bondad natural, que ha contribuído a superar los odios y deseos de venganza.
ResponderEliminarAdmiro tu capacidad para describir ambientes y personajes y trasmitir emociones.
Mi felicitación por tan magnífico relato.
Volveré a leer lo que vayas escribiendo.
Saludos.
Sinrima
Me alegro de que hayas disfrutado con este relato. Tristemente es así la realidad. Lo importante es que no lo olvidemos para no volver a caer en ello y para que ese sufrimiento sólo sea parte de un pasado cada vez más lejano. Será un placer recibirte por este lar!
ResponderEliminarMe ha sorprendido agradablemente encontrarte en La Crátera (Tertulia) en la que suelo participar.Me gustaría que tú también lo hicieras.Tus relatos están en sintonía con los del autor.
ResponderEliminarSaludos.
Me ha encantado. Felicidades!!
ResponderEliminarMiles de gracias por leer y comentar! Un placer!
EliminarEstupendo, divertido e interesante relato...!!
ResponderEliminarfelicidades Rafale
sigue escribièndo....
gracias.
Feliz dìa.!!!
Espero seguir haciéndolo. Muchas gracias por tus amables palabras!
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