1 de diciembre de 2011

Mick Mokorock


Mick Mokorock se da cuenta de que su feliz letargo acaba de llegar a su fin. Todavía retumba en su cabeza la reciente decisión de Keith, Ron y Charlie, su fiel artillería, de dejar la banda que hacía diez años habían formado, Mokorock. Los constantes delirios de Mick habían precipitado una situación que hacía tiempo que se mascaba dentro y fuera del grupo.

Al comienzo se trataba de un simple entretenimiento, recoger los restos del éxtasis que otras bandas habían trazado en forma de línea, sentir el cosquilleo del cuerpo antes de salir a matar, cortar el sudor con un cuchillo. La falta de talento y técnica musical de los tres músicos fue suplantada por la salvaje impronta de Mick. El cantante, y compositor, amasaba la rabia punzante y el arrojo feroz en temas de no más de dos minutos que consiguieron conectar con un público que buscaba desesperadamente un mesías con el que rellenar su existencia.

Hoy, queda muy poco de lo que fue, tan sólo le acompaña la misma fachada: una cresta puntiaguda de color amarillo, los imperdibles oxidados que cuelgan de sus orejas, la insignia de Mercedes que sobresale de su deshecha chupa de cuero y unas botas negras con restos de barro y mierda. Mira en el local de ensayo las fotos de los primeros tiempos, las portadas de sus primeros álbumes. La pose desafiante y el vigor que delataba su rostro en las imágenes confrontan con su titubeante actitud y las arrugas que florecen en su cara. Busca agobiado en el bolsillo una papelina que le alivie de este pesar.

Mick recuerda el primer bolo de Mokorock. Fue en un garito cochambroso, sin aire que respirar y con un equipo renqueante que sonaba a puro infierno. Todos sus colegas habían acudido a la cita y Mick se había sentido esa noche en la más absoluta de todas las cimas. Las miradas entre los cuatro jóvenes eran cómplices y las hostias se mezclaban con la felicidad debajo del improvisado escenario. Cuando acabó el concierto recogieron los trastos y se pimplaron uno a uno todos los bares de mala muerte que encontraron a su paso. 

Mick no olvida el último bolo de Mokorock, anoche. La actuación comenzó dos horas más tarde de lo previsto. Sus fieles seguidores estaban muy calientes, pero aguardaron su ira ante la tambaleante aparición de Mick, una más. Las cuerdas de Mick estaban destrozadas, no podía apenas vocalizar y cuando parecía que se entonaba confundía las letras. El resto de músicos adivinaron el huracán que venía, aunque no tuvieron tiempo de reaccionar. De repente una piedra impactó en la cabeza de Mick, la música dejó de sonar y todos corrieron a resguardarse en el camerino. Se guarecieron de las piedras, pero no de los gritos y las amenazas que se colaban por debajo de la puerta. El autobús de Mokorock fue quemado, la sala fue arrasada y en unos minutos apareció la policía para brutalmente cargar contra todos los asistentes. Curioso destino para un grupo que cantaba: “Colgad a los putos maderos, de los huevos. Machacar el sistema policial, a base de fuego”.

No puede soportar el pensamiento, busca una dosis mayor que le haga volar. En seguida le viene el recuerdo de Janis, su primera novia. La conoció en una de sus primeras actuaciones fuera de la provincia. Aunque eran ya cientos los que venían a sus conciertos, eran todavía pocas las que ardían por conocer a Mick. No supo muy bien que decirle, al bajar del escenario perdía esa seguridad que le caracterizaba y se trababa al hablar. Después de cuatro años de relación, Janis sabía que Mick la estaba destruyendo. Su amor era tan fuerte que podía asumir que la engañara noches tras noche, drogarse al mismo nivel que él, pero no podía aceptar que la tratase como una más. Una noche apareció ahorcada en su casa presa del miedo y el desamparo. Mick no acudió al entierro, y aquella noche pareció aliviado con la compañía de otras dos Janis.

Los recuerdos flotan a su alrededor a una velocidad vertiginosa, clavan sus garras en su ser haciéndolo trizas. En su piel la sangre corre a borbotones y el aire parece escapársele por momentos. Intenta correr desvalido, escapar de las zarpas de la muerte. Un intenso fogonazo le sorprende en la huida, sus huesos dan contra el suelo. Ya no habrá dosis ni consuelo para este juguete roto.




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Fuentes de Inspiración:
Pepper Ann
(serie).
Sid Vicious
(cantante).
 
El Pico I y II - Eloy de la Iglesia (película).
Tentando A La Suerte - Barricada (canción).
Txus - La Polla Records (canción).
Las Drogas - Segismundo Toxicomano (canción).

4 comentarios:

  1. Perfectamente descritala degradación y caída de los idólos y el dolor al volver atrás con la memoria, rebobinando los tiempos de gloria.Nada escapa a la derrota.El tiempo es implacable y hay que saber retirarse a tiempo, salvando lo que se pueda del pasado.

    Impacta tu relato por el realismo con el que describes las heridas del alma; tanto del protagonista como de Janis.

    ¡¡ Excelente, Rafalé !!

    Saludos.

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  2. Excelente blog y exquisito relato. La atmósfera de pesimismo y de melancolía que envuelve al protagonista realmente llega al lector y lo contagia.

    Pasaré por aquí de vez en cuando :)

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  3. He visto el link en el foro y me he pasado...Me ha gustado, tanto el relato como el ambiente en general, y la forma de escribir.

    Muy buen sitio, felicidades.

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  4. Muchas gracias por vuestros comentarios. Un placer!!

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