5 de junio de 2012

Hasta Entonces, Hasta Nunca


Me siento cobarde al escribirte de nuevo. El fracaso se apodera de mi ser y por una vez resulta más fácil aceptar la derrota que rechazar el engaño. Sé que te he dejado guardada, abandonada a tu suerte y olvidada en un rincón donde no puedo verte y donde sólo el polvo cubre tu tiempo. Aún por terminar, te dejé marchitar mientras te debatías entre lo más sublime que han esculpido estas manos de seda y lo más tosco que ha escupido esta mente enfermiza. Sin ser nada, reservé un hueco para que reposaras eternamente en el paraíso y ahora mendigas clemencia a las puertas del infierno.


Aún caldea en mi memoria la delicadeza de tus delgadas piernas, hechas con el grueso tronco de un árbol que un cuchillo sin filo serró, pulidas una y otra vez por los dedos rugosos que te escriben, brillantes al trasluz del barniz de mi lengua gastada. No puedo olvidarme de tu fruto prohibido, que escondí con recelo entre tus muslos, dispuesto para el tacto esponjoso y censurado para el batir animal. Tampoco puedo hacerlo de tus blancos pechos, forjados de un marfil que a punta de pistola robé al más sanguinario de todos los cazadores, los cuales resplandecen con fulgor en mi cabeza y nublan el pensar. Y menos todavía de la temple caricia de tu espalda, esa que arrebata mi respirar y ahoga la angustia. Te di el cuerpo, te empujé al borde de un precipicio de placer.

Créeme si te digo que mientras duermo un aguijón me atraviesa las entrañas recordando este maravilloso esperpento, esta aterradora preciosidad, haciendo de cada punzada un placer más irresistible que el anterior, haciendo de cada pinchazo un dolor más dulce que el posterior. Todas las noches me prometo recogerte al día siguiente, terminar de perfilarte la cara con ternura, sonrosarte de obscenidad los pómulos, buscar el color que ilumine el iris de tus ojos, hacer de tu labio una curva que ondule entre lo prohibido y lo celestial, regalarte la sonrisa que caliente mi sentir, insuflarte vida y conducirte a la gloria.

Pero, cuando me acerco al rincón donde posar te dejé, una montaña se descubre y me hace recordar que la distancia entre tú y yo es inalcanzable, que la línea que une al deseo y al sueño se hace invisible para el andar de mis pies. La he intentado escalar, la he intentado cortar, la he intentado volar y la he intentado enterrar. He caído de sus escarpadas laderas, me he pinchado con sus afiladas piedras, me he perdido entre sus vírgenes bosques y me ha conseguido sepultar en un agujero del que no conseguí escapar y del que ya no quiero salir. Aprenderé a sobrevivir aquí, a luchar contra la ferocidad del lobo y el veneno de la serpiente, a buscar mi alimento entre las zarzas y los cardos, a encontrar en el fuego el agua que sacie mi sed y, en la oscuridad de las cuevas, la luz que me haga recobrar de nuevo la cordura. 

Aunque no tengas vista, me gustaría que pudieras ver este desastre en el que me has sumido. Aunque no tengas oído, me encantaría que escucharas estos quejidos que has desatado. Aunque no tengas corazón, disfrutaría si por una vez sintieras esta aflicción que me corroe, me consume y me carcome la piel. A pesar de que nos separe el infinito, sé que cuando te haya olvidado volverás. Sabes que cuando ya no seas el centro de estas líneas, cuando los quebrantos no salgan de mi garganta, cuando sea capaz de saltar la montaña, cuando mi felicidad ya no tenga que ver contigo, te sentirás vacía y volverás para que te acabe, para que te enmarque y que te exponga, para que te hagan el amor uno detrás de otro mientras encuentras en mis ojos la complicidad. No quiero que suene a rencor, pero te odio en este instante. No quiero que suene a despedida, hasta entonces, hasta nunca.



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Fuentes de Inspiración:
La Teoría - La Vela Puerca
(canción).
Estúpidos En Siberia - Eskorzo (canción).

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