9 de mayo de 2016

Silencio

No recuerda cuándo, pero hace tiempo que notar aquellas garras hundiéndose en su piel, la sangre fundirse con el sudor, se convirtió en algo habitual. Callaba. Sabía que era mejor no decir nada y así descubrió cierto alivio placentero. Pasó por alto que aquellas manos quedaran permanentemente grabadas en su cuello conduciéndole a la asfixia. No había palabras. Debía aguantar todas las envestidas de su amo con agradecimiento. Le abofeteaba y le escupía mientras le recordaba con furia que no era más que otra puta a su servicio. Aquellos ojos brillaban al ver su cuerpo maltrecho y doblegado a la voluntad poderosa. Silencio. Si no era él, otro estaría dispuesto a enmudecer. Silencio.

Silencio del que se aprende a gritar.

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