10 de octubre de 2019

Viajar pegados

"Perdone, pero se ha sentado usted en mi asiento", me dijo una señora desconocida de voz amable. Me mostró su billete y ambos comprobamos que habíamos sido asignados en el mismo asiento. La tripulación apremiaba a los pasajeros a sentarse, por tanto optamos por la opción más sensata: me senté en las piernas de la señora. Tras un viaje de cuatro horas, descubrimos que nos habíamos quedado pegados el uno al otro. Probamos médicos, alquimistas y magos, pero ninguno consiguió separarnos.

Sentados, en un nuevo viaje, un nuevo desconocido nos ha interrumpido: "Perdonen, pero se han sentado ustedes en mi asiento".

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