25 de diciembre de 2019

El milagro de Santa


Preveía la Nochebuena más anodina de mi bochornosa vida. Tras una serie de desafortunados incidentes relacionados con el protocolo y la corrección, mi familia había vetado mi asistencia a la cena a cambio de las cabezas de langostinos y los huesos de cordero sobrantes. Para la cena compré una pizza precocinada y me estiré con la marca del cartón de vino. Encendí unas velas e incienso que había tomado prestado de la iglesia y de fondo puse en bucle el clásico, injustamente defenestrado, ‘Santa Claus Llegó A La Ciudad’ de Luis Miguel. Además de un chaleco reflectante y unos pantalones de licra verde, me engalané con una diadema de reno y una nariz que emitía una siniestra luz roja.

Al terminar el solitario banquete, me dirigí a participar en la Misa del Gallo. En un gesto para reivindicar la igualdad de género, me hice acompañar por la gallina más refinada de la granja. Mientras me preguntaba que qué clase de padres tenían la desfachatez de parir año tras año al mismo niño sobre un humilde pesebre y obviar la existencia de hospitales y sanidad pública, la gallina se puso a cacarear como una descosida y tuve que escapar antes de recibir la comunión. En la puerta de la iglesia presencié una inesperada aparición. Un grupo de seis galgos famélicos tiraban de una suerte de carreta destartalada que conducía un tipo vestido con un traje de franela rojo, pelo largo y barba blanca. En lugar de una generosa barriga, el cuerpo del extraño era escuálido. Al verme me saludó con un triste “¡Ho ho ho, Feliz Navidad!”, lo que me permitió contemplar que apenas tenía dientes y padecía una terrible melopea. El tipo estaba flanqueado por una bolsa de tela negra que parecía cargada. Con unas torpes señas, el extraño personaje me invitó a subir y acompañarle.
Tirado por los galgos incansables, el carromato se adentró en los barrios de la periferia. Las fogatas en barriles de gasolina, corrillos de guitarras y voces perfumadas que cantaban villancicos y algún que otro equino suelto custodiaban la entrada a los poblados olvidados por las autoridades. Mientras tanto, el supuesto Santa Claus me advertía sobre mi cometido. Al llegar a la casa señalada, Santa tomaba uno de los paquetes de la bolsa y lo entregaba a cambio de un puñado de billetes. Desde la carreta yo vigilaba el resto de la mercancía y procuraba que la cuadrilla canina se hidratara y repusiera fuerzas con un paté enriquecido en proteínas y anfetaminas.
Se atisbaban los primeros rayos de sol cuando procedimos a repartir el último regalo. Desde un extremo de la avenida empezaron a acercarse a toda velocidad varios coches de un aspecto tan moderno y limpio que resultaba difícil pensar que procedieran de la zona. Sin pensármelo dos veces, tomé a mi gallina bajo el brazo y juntos nos adentramos en las tinieblas que limitaban las chabolas. Los automóviles frenaron bruscamente a la altura del cargamento y de ellos salieron cerca de diez tipos armados que en pocos segundos dieron caza a Santa poniendo fin a su noche de desenfreno y alucinación.

Desde las hamacas de un paradisiaco resort del Mar Menor, junto a mi fiel gallina, degustando un delicioso mojito y con unos tímidos rayos de sol cubriendo mi rechoncha figura, he podido escuchar que anoche la Guardia Civil dio caza a un insólito traficante. Aparte de ir ataviado de Santa Claus y de descubrir un laboratorio con toneladas de estupefacientes, lo más sorprendente del caso es que no se requisó ni un euro. La policía sospechaba estar frente a una especie de Santa Hash, un fantástico ser que obsequia a sus clientes con mercancía gratuita en Nochebuena. “Es la magia del espíritu navideño, que también se apodera de los narcotraficantes”, aseguraba el jefe de policía. Mientras recontaba el aguinaldo que me había llevado de Santa Hash, no podía disimular mi satisfacción al haber contribuido al alumbramiento de tan extraordinario milagro.

4 comentarios:

  1. Oh, oh, oh, feliz maravilla. Grandioso relato, en el top de tus grandes obras. Lo disfruté desde bochornosa. ¿Que tal por Tenerife? A mi me gustó muchísimo cuando estuve... Dudé en quedarme y todo.
    Feliz navidad, Rafalé, que bueno que cada vez le das más fuerza a tus letras, me encanta.

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    1. Tantos años escribiendo para que la resaca de Navidad acabe en el top. Me conformo, y autoengañando, con la clásica idea de que lo mejor está por venir. Me alegra que lo disfrutaras!

      Tenerife es el paraíso, ¡si pudiera yo también me quedaría!

      Abrazos y que la Navidad de letras para todo el mundo!

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  2. Buenisimo relato!!! Me he reído con ganas... Que imaginación y que descripción tan detallada y graciosa del mundo de los narcos... Tanto es así, que me estoy planteando... En fin,el relato es buenísimo, muy divertido y muy ilustrativo de lo que puede ser una buenísima Navidad. Enhorabuena Rafale, genial!!! Me ha encantado!!!🌹😘

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    1. El mundo de los narcos y la noche es oscuro, pero cuando este se revuelve con la Navidad cualquier cosa puede salir. Encantado de que te hayas echado unas risas con estas bochornosa historia. Gracias por tu lectura y comentario! Abrazos!

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