Este
pasado fin de semana estuve en mi primera despedida de soltero. Se trataba de
la protagonizada por uno de mis grandes amigos: Oso Jones, al cual conocí
cuando ambos cursábamos económicas en la universidad. Él había venido en un programa
de intercambio entre osos pardos de Alaska y colibrís locales que iban a
aprender inglés en sus gélidas praderas. Tras probar nuestro suave clima y el
salmorejo, el rebujito y las fiestas flamencas, Oso Jones se enamoró de una
muchacha de por aquí, fue correspondido y decidió establecerse definitivamente
por estos lares.