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4 de enero de 2018

País de Piel Fina

Fruto de la serena observación y la exhaustiva investigación, he detectado una desconocida enfermedad de la cual me veo en la obligación de alertar. He de confesar que carezco de cualquier tipo de formación en medicina, ni falta que hace. Basta con no ser aliado de la ceguera, estar corroído por la hipocresía o rendido a la necedad cotidiana para darse cuenta del diagnóstico categórico. Cabría preguntarse por qué no hemos oído hablar de ella, quién ha escondido las certeras evidencias o derivado los síntomas hacia otros trastornos contemporáneos que, si bien existen, han conseguido agravar los daños de la enfermedad hasta convertirlos en devastadores e irreversibles. Sorprendentemente, esta plaga está especialmente arraigada en España. No estoy hablando de la impuntualidad, la predisposición genética por la corrupción, la veneración a símbolos religiosos y/o fascistas o el hablar a voces sin tener la más remota idea. Me refiero a una patología mucho más general, la vorágine que destruirá este país y a todos sus individuos. Hablo de tener la piel fina.

Todo comenzó en un restaurante de bien, en el transcurso de una cena con gente de la intelectualidad patria. Entre otros, allí se daba cita el dispensador de viagra de Vargas Llosa, uno de los negros de Pérez-Reverte, el chapero predilecto de Sánchez Dragó, el callista de Pedro Almodóvar, el camello de confianza de don Jaime de Marichalar y el mismísimo Rey del Pollo Frito, Ramoncín. Después de mantener una vibrante conversación sobre los beneficios que tenía para el sistema circulatorio miccionar haciendo el pino, se inició una encarnizada discusión en torno a la receta original del gazpacho andaluz. Aunque no debiera admitir dudas, el personal comenzó a desvariar con la composición del brebaje y a recurrir a rincones  inmundos de la red para granjear a sus argumentos cierto atisbo de autoridad. Mientras tanto, los más avispados del grupo guardábamos las sobras de la cena en bolsas de plástico. El conocimiento teórico y práctico del hambre determina la verdadera valía del intelectual. El debate gastronómico estaba al borde de hacerme perder los nervios cuando el mismísimo Ramoncín se atrevió a despreciar la sutil aportación del pimiento verde. Aunque uno se distingue por mantener la compostura ante cualquier situación, no tuve más remedio que reprender su desfachatez con un elegante y respetuoso “Eres un puto ignorante. El pimiento es al gazpacho lo que tus discos a un contenedor de basura”. Un silencio tenso congeló el ambiente y el decadente actor, escritor, cantante y parásito -en orden creciente de ocupación- se marchó del lugar soltando un bufido airado.

1 de septiembre de 2017

La Entrañable Moda De Ser Subnormal

El mundo avanza veloz, como una estrella fugaz hacia su propia destrucción con la que deleitarse de su precioso rastro de luz. Ese ritmo endiablado, del cual como integrantes ocasionales también estamos impregnados, no da lugar a una objetiva, calmada y necesaria reflexión del mismo. Asumimos procesos intrínsecos que aceleran la devastación, nos vanagloriamos de los mismos y en algún caso los encarnamos consciente o inconscientemente. En los últimos tiempos uno de ellos se está arraigando con fuerza: el ser profundamente subnormal. Entrañable, eso sí.

15 de junio de 2016

Blablabluf

Somos estúpidos, pero, aun así, entrañables. Aunque todavía se desconoce el verdadero motivo y haya multitud de controvertidas teorías, todos los seres hemos sido agraciados con una existencia. Según cómo se mire, esta puede ser más o menos interesante, dinámica, exitosa, divertida, vital o personal. Sin embargo, en muchas parece repetirse un rasgo común que se expande como una plaga: el esfuerzo por demostrar que nuestra existencia, por mísera que sea, es un circo de cinco pistas donde el ilusionismo, el espectáculo y las piruetas imposibles se suceden de forma magistral ante el asombro del público. Afortunadamente, aún conservamos intacta la elección entre pagar y aplaudir hasta que las ampollas pudran nuestras manos, o bien liberar a las desdentadas fieras e incendiar la fanfarria antes de que esta termine por desmoronarse y enterrarnos definitivamente.