Mientras el pueblo parecía sumido en el
letargo, sus protectores, que se habían erigido también como terratenientes, se
dedicaban a lanzarles sus propios excesos. Un día fue el aumento de la jornada
laboral, otro que se les pudiera despedir sin casi indemnizarles, mientras les
repetían una y otra vez que eran tiempos difíciles, que debían entenderlo y hacer
un considerable esfuerzo. Aunque hubiera sido medianamente fácil taparles la
boca, no hacía falta, puesto que se habían acostumbrado a aguantar aquel peso y
nadie sentía ni veía ningún lastre sobre sus gastadas espaldas.
Un
día una chispa brotó y el pueblo se entregó a las llamas. Habían soportado un
vertedero maloliente, pero hasta que no comenzó a arder nadie había dado cuenta
de su existencia.
Microrelato seleccionado para Tomo y Lomo de Carne Cruda.
Se puede escuchar su radiación en este poadcast.
Se puede escuchar su radiación en este poadcast.
Me ha encantado, sigue subiendo microrrelatos así. Es genial leerlos:)
ResponderEliminar¡Un beso y felices lecturas!
Muchas gracias, Sara. Este es un poco chapucero, hecho en unos minutos, te invito a leer otros que hay por aquí. Invitada estás. Nos leemos, saludos!
EliminarExcelente microrelato, que nos lleva a reflexionar sobre el dolor de otros, que no nos paramos a mirar. Mis felicitaciones. Un abrazo. Comparto.
ResponderEliminarSupongo que es un dolor invisible destinado a hacerse muy grande por el tiempo oculto. Gracias por tus palabras. Saludos, nos leemos!
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