Como una
confesión que no debería revelarse nunca más nació el secreto que nos ocupa. Pasaba
su vida celosamente arrinconado en la memoria y trataba de ocultarse de la luz
y de las voces humanas. Cansado de su monótona vida y amenazado por caer en el
olvido, salía de su escondrijo para asombrarse con el exterior. Cierto día, el
secreto comenzó a sufrir una fiebre muy alta y se agitaba descontrolado de un
lado para otro hasta que llegó a la punta de la lengua y se precipitó hacia un
oído desconocido.
Paulatinamente, fue entrando en otras mentes provocando sorna, envidia,
crítica e indiferencia. El secreto dejó de ser enclenque y tímido, engordaba
por momentos y ansiaba entrar en nuevos escondites y desencadenar más
sentimientos. En una de sus múltiples indiscreciones, topó con la persona que
le había dado la vida y a la que había prometido no revelarse nunca. En ese
instante, el secreto reventó y dejó de ser secreto. Dicen que deambula por las
calles del olvido y que duerme entre cartones mugrientos, que se ha convertido
en un chisme vulgar que nadie quiere escuchar.
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