Desde
que el cabello negro pobló su cara, Juan Canaca lucía bigote y patillas
pobladas. Había sido este un anhelo desde bien pequeño. Por entonces miraba el
retrato en blanco y negro de su padre, uniformado y espada en mano, y se
prometía que cuando fuese mayor adoptaría su aspecto rudo y su desafiante
rostro. Más allá de aquella fotografía, apenas pudo conocerle. Una mañana sombría
de invierno el Almirante Canaca partió a hacer la guerra a Cuba y nunca más
regresó.
La generosa barriga de Juan Canaca
parecía generar una poderosa atracción entre los vecinos del pueblo. En
especial cuando se enfundaba su traje de baño de rayas blancas y negras y se dejaba
ver por la playa. Los ancianos lo miraban con recelo, los niños murmuraban entre
risas, mientras que algunos jóvenes se atrevían a piropearle con sorna. Pocos sabían
que en su más cándida niñez, Juan Canaca pasó hambre. Tras la desaparición del
padre, su madre quedó postrada a la cama. No quería levantarse, tampoco tenía
apetito, ni tan siquiera era capaz de pronunciar palabra. El médico dijo que
padecía una enfermedad incurable, el cura que se debía rezar por su alma y el
curandero que su alma estaba muerta. Cuando finalmente falleció, la suerte de
Juan Canaca no cambió. Entró en un internado religioso, regentado por unos
monjes pícaros a la par de austeros. La comida se convertía en una batalla por
la supervivencia de los internos, en la que el hijo del almirante se veía
resignado a ser un eterno perdedor. Uno de aquellos días estaba tan hambriento
que comenzó a ver borroso y a sufrir alucinaciones. De repente, se tropezó y
del golpe abrió la puerta de una alacena sumida en la penumbra. En ella se amontonaba
una cantidad de víveres desproporcionada respecto a las raquíticas raciones que
se repartían entre los niños. Sin vacilar, Juan Canaca devoró hasta que vio
apagada su hambre perenne. Aunque no fuese de los alumnos más espabilados del
curso, ideó un sistema para aprovisionarse y vender alimentos entre el resto de
compañeros. Cuando salió del centro, bien crecido e hinchado como una patata, el
joven Canaca tenía suficientes ahorros como para subsistir por un tiempo.
Juan Canaca era hombre de muy pocas palabras.
No le gustaba emplear más de las estrictamente necesarias para cerrar un trato,
no frecuentaba las tertulias y saludaba a sus vecinos con un gesto tan sutil
que era prácticamente inapreciable. De bruces contra la realidad, sin familia,
con un futuro incierto, sin sueños que cumplir, se hizo de un burro y una
carreta y comenzó a sustraer la producción sobrante de una azucarera cercana.
Vendía el kilo a un real más bajo que el precio de mercado, lo que le permitía subsistir
junto a su creciente barriga. Cuando los dueños de la industria se enteraron del
negocio, le propusieron sofisticar el método y redoblar la venta para evadir
controles e impuestos. En poco tiempo, Juan Canaca pasó de trapichear con
azúcar a vender en la sombra aceite, legumbres y cereales. A pesar de las
ingentes cantidades que se embolsaba, no se daba ningún capricho más que el de
mantener su curva línea.
Nadie supo de qué estaba hecho el
corazón de Juan Canaca. Unos decían que estaba cubierto de bondad y otros que
estaba corrompido por la avaricia. Ni él mismo lo había logrado descifrar,
aunque no le preocupara especialmente. Una noche de luna nueva, las sombras vinieron
a reclamarlo y desapareció en la oscuridad. Nunca más se le volvió a ver, a
pesar de que Juan Canaca jamás se fue.
Relato incluido en El Duelo del Boletín de Papenfuss.
Un relato formidable, de verdad. Me han gustado mucho los matices y las capas que tiene el personaje central y protagonista. Y soy de las que piensa que en realidad tenía un corazón de oro. Y que fue un hombre fuerte en muchos sentidos. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarUn placer leerte.
Estos personajes suelen conectar, non son siempre lo que parecen y me encanta que cada uno le de su propia interpretación. Yo tengo la sensación de que nunca se pudo saber lo que tenía, que por alguna circunstancia no le dejaron.
EliminarGracias por tu comentario y lectura! Saludos!
Muy bueno excelente! Para mi!
ResponderEliminarMe alegra enormemente que te haya agradado! Mil gracias, Claudia!
EliminarExcelente, muchos detalles y un relato bien estructurado.
ResponderEliminarMil gracias por tu comentario y tu lectura. Me alegra que te haya agradado! Abrazos!
EliminarMe gustó!ameno de leer. Un saludo!
ResponderEliminarMil gracias por leer, me alegra enormemente que te haya resultado ameno!! Gracias por tu tiempo y comentario.
EliminarExcelente relato. Me encanta la elaboración del personaje y su desarrollo. Gracias.
ResponderEliminarMil gracias a ti por leer y comentar! Saludos!
EliminarMe encanto
ResponderEliminarMe alegro enormemente! Mil gracias por leer!
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