Los remiendos que sostenían su corazón
acabaron por soltarse tras el enésimo desengaño. Había soportado infidelidades
reiteradas, mentiras piadosas, te quieros vacíos y falsas promesas porque estaba colgado de él. Tan
sólo podía odiarlo unos instantes, perdonarlo en minutos y besarlo con furia
como si la vida se le escapara. Se convencía pensando en que algún día
cambiaría, en que en el fondo él también lo amaba. Sin embargo, esta vez no
estaba dispuesto a pasar por aquella espiral.
Salió apresurado del ático que compartían
y se sumergió en la marabunta sin saber a dónde ir. No quería ver a nadie y
tener que aguantar los “te lo dije”,
“no te amaba”, “lo tenías que haber hecho antes”. Una vorágine de nervios estaba a
punto de explotar en su mente de cristal. No pudo evitar que las lágrimas empaparan
su cara, ni sentir un vacío que le cortaba la respiración.
Sin prestar atención a los pasos, se
encontró en la puerta de una gran librería. La literatura se había convertido
en una amiga inseparable en las largas noches en vela, capaz de aislarle de la
amargura y transportarle a lugares donde el hombre aún creía en el amor. Prescindió
de ese tipo de ficción y se perdió en la sección de autoayuda, en la que no había
ni un alma. Quería saber cómo digerir la ruptura, cómo sembrar un poco de
esperanza entre las cenizas. Absorto en un mar de títulos pintorescos, percibía
calma y menguaba el dolor.
En ese momento, se percató de que
alguien clavaba sus ojos en él. Devolvió la mirada y un desconocido le respondió
una tierna sonrisa que por un segundo le reconciliaba con el mundo.
Vertiginosamente, el sosiego se tornó en frustración al ver que de los ojos del
desconocido brotaba lascivia al mismo tiempo que se masturbaba sin pudor a un
par de metros de él. Huyó de la escena consternado, siendo aún observado. Visualizó
la imagen de su extinta pareja incitándole a ser la presa de sus juegos, a ser un
títere sin alma bajo sus brazos. Sentía una rabia incontrolable.
En un arrebato de entereza, dio media
vuelta y se dirigió lentamente hacia el extraño, obsequiándole, además, con su
predisposición. El fornido extraño dejó de acariciarse invitándole a que
prosiguiera. Pero, en vez de apasionadas y suaves caricias, le apremió con un
estrujón en la entrepierna que borró toda lascivia de un plumazo.
–Y ahora, lárgate antes de que me
arrepienta –le susurró al oído poseído por la adrenalina.
Sin oponer resistencia, el desconocido
salió avergonzado de la librería y él se entregó a la euforia. No tenía idea de
dónde había nacido aquella valentía de enfrentarse a la vida cómo viene. Lo
único que verdaderamente sabía era que ya no le hacía falta ningún libro de la
sección de autoayuda. Se dirigió a la sección de guías de países extranjeros
para así reescribir una vida que volvía a comenzar.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Termini - Roma (estación de tren).
Fuentes de Inspiración:
Termini - Roma (estación de tren).
El primer párrafo me parece magistral. Sin embargo, luego la historia me ha ido sonando cada vez más... ¿Unas pinceladas de realidad, tal vez? Jajaja. Un beso, Rafa, se te quiere.
ResponderEliminarHola Alba. Gracias por leer y comentar.
ResponderEliminarTe puedo asegurar que la realidad puede superar a la ficción y que esa escena, tan irreal, te la puedes encontrar en cualquier estación de tren.... Aunque, sí, es cierto, quizá ese estrujón no tenga muchos visos de realidad.
Bienvenida, como en tu casa!