Siempre
sospeché que la vida era un engaño. Ahora que voy por los seis años, puedo
constatar que las sospechas se han convertido en realidad.
Con rabia e
impotencia doy cuenta de que estos pasos son los últimos, de que la muerte
pasea desafiante tras la puerta, de que el verdugo se muestra sin careta ni
pena. No hay posibilidad de huir de esta cárcel, ni valentía para organizar un
motín, sólo el deseo de que llegue el momento y que el primer balazo sea el
certero. Irremediablemente ellos son los dueños del todo, rescribieron las
leyes para erigirse en la cúspide y condenarnos a los demás a la esclavitud, a
entregarnos como su alimento y su sustento, a ser un producto pegado a un
precio y un código de barras.
Recuerdo a mi
madre, su calor en las noches de frío, los paseos a su lado sobre el verde de
los campos, el blanco de las nubes que como manchas pululaban por el azul del
cielo. Recuerdo a mis hermanas mayores, su cariño y protección, al aire puro
que extrañan mis pulmones, al agua fresca que dejó de correr por mi boca y al
silencio que dejé de escuchar. Mi padre no sé cuál de todos fue, ni tan
siquiera si llegó a conocerme o si por un casual pudo reconocerme. Fui feliz hasta
aquella mañana de lluvia que ellos tiñeron de horror. No olvido la fuerza de las
garras con las que me arrancaron de mi tierra, con las que cortaron mis raíces.
A través de sus rejas conocí el progreso, un camino de alquitrán que conducía a
un paraíso triste cubierto de nubes grises. Nada más llegar, me condujeron a mi
nuevo hogar, un cercado de suciedad y hedor, relegando a la libertad a ser un mero
anhelo.
Al poco
tiempo mi cuerpo comenzó a hincharse y las atenciones hacia mí se multiplicaron.
Notaba cómo una vida emanaba dentro de mí, una oportunidad de brindar el amor del
que había sido privada. Tras horas de sufrimiento, escuálida y aturdida hizo su
bienvenida al mundo mi cría. Vi sus pequeños ojos y en los míos una lágrima floreció.
Brotó en mi una emoción burbujeante, un estallido de alegría, una ternura con
la que necesitaba cubrirla. Aún exhausta por el esfuerzo, me acerqué despacio hasta
ella. Fue entonces cuando de nuevo volví a sentir aquellas garras con las que
me arrancaron otra vez, separándome por siempre de mi fruto, privándome de
criarla de la misma forma que mi madre hizo conmigo y apresándome con cadenas
que colgaban de mis tetas. Mi espacio se hizo todavía más pequeño, el cercado no
me dejaba tan siquiera ya moverme. A izquierda y derecha habían otras como yo,
exprimidas sin descanso, con la mirada perdida y el destino vacío. Habían
abrazado a la resignación, habían abandonado a la esperanza, no eran más que
muertos en el reino de los vivos.
No recuerdo
el momento preciso, pero yo también me convertí poco a poco en un cadáver en
vida más. El automatismo de ser ordeñada y engullir pienso sólo era interrumpido
para notar el punzón de una aguja atravesarme o para sentir unas garras suaves
palparme el lomo. En un alarde de lucidez, caí en la cuenta de que si comía
menos, mis ubres daban menos leche. Valiente emprendí la huelga e intenté
convencer al resto de la granja para que hiciera lo mismo. Caso error, nadie me
siguió, ni tan siquiera sé si alguien me entendió. Ellos, por su parte, afilaron
sus garras para que desistiera. Me abandoné a su voluntad, a obsequiarles con
la leche destinada a amamantar a mis crías, a seguir pariendo crías sin madre para
engordar sus frigoríficos y sus bolsillos. Todavía tenemos que agradecer nuestra
suerte, me dijo la más longeva de todas, pues a nosotras no se nos llevan
siendo terneras. El único aliciente que quedaba era adivinar cómo sería aquel
lugar, cuándo te convertirías definitivamente en inservible para ellos. De esta
forma, el resto de mi estancia pasó rápido. El no pensar te libera de sentir,
por eso los muertos se vuelven insensibles al sufrimiento.
Ahora,
colgada en el aire de una pata, con la cabeza mal tiroteada, con el cuello a
medio abrir, desangrándome el pensamiento, veo el camino al resplandor iluminarse
y a uno de los vuestros sumergirse cobarde en la oscuridad. Sólo puedo desear
que por mis salchichas y hamburguesas de tenderete barato corra el fuego, el
miedo y la angustia, que mi cuero se pudra antes de abrigar al cómplice y que mi
leche no sacie a los hijos de la pasividad.
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Fuentes de Inspiración:
Matadero De Vacas (vídeo).
Granjas y Mataderos (web).
La Granja Del Dr. Frankenstein - Animal Pharm (documental).
¿Sabes de donde vienen los pollos que llegan a tu mesa? (vídeo).
Las Etapas De La Vida De Una Vaca Lechera - Semex (documento).
En Peligro De Extinción - Mala Reputación (canción).
Como El Invierno - Barricada (canción).
Medio Ambiente - Carlos Chaouen (canción).
De Tal Palo, Tal Payaso - Los Simpsons (serie).
Fuentes de Inspiración:
Matadero De Vacas (vídeo).
Granjas y Mataderos (web).
La Granja Del Dr. Frankenstein - Animal Pharm (documental).
¿Sabes de donde vienen los pollos que llegan a tu mesa? (vídeo).
Las Etapas De La Vida De Una Vaca Lechera - Semex (documento).
En Peligro De Extinción - Mala Reputación (canción).
Como El Invierno - Barricada (canción).
Medio Ambiente - Carlos Chaouen (canción).
De Tal Palo, Tal Payaso - Los Simpsons (serie).
Muchas gracias a la gente de Stop Al Maltrato Animal que se han hecho eco del relato.
ResponderEliminarhttp://stopalmaltratoanimal.blogspot.com.es/2012/09/pasiva-complicidad.html