Promesas
Que No Valen Nada
Para
este nuevo año me gustaría romper con una filosofía que siempre he respetado
hasta las últimas consecuencias, la cual me ahoga y desespera: dejar las cosas
para el día de mañana. Prometo dejar de lamentarme por haber renunciado a mis
sueños, autocompadecerme por sistema, ser vencido por la pereza antes de
empezar, ponerme la venda antes de la herida y odiar al mundo por ir contra mí.
Desde este momento pienso vivir cada experiencia como si fuera última, acabar
todos mis proyectos, levantarme cada día con alegría, sonreír hasta extenuar
mis comisuras, derramar hasta la última gota de sudor.
Quizá son demasiadas cosas, podría sentirme abrumado.
Entonces, en vez de para mañana, ¿por qué no dejar las cosas para el próximo
año?
Un
ciudadano ejemplar
Este
año me he propuesto cambiar de manera radical: quiero ser un ciudadano ejemplar.
He decido no hablar mientras mastico con los carrillos llenos, ni esbozar más
lienzos pseudomodernistas amarillentos sobre la taza del wáter. También se
acabó lo de llenarme la boca con sonoros “hijo de puta”, interrumpir cortante y
constantemente, llevar por convicción la contraria a todo el mundo y hablar sin
tener ni puta idea por querer parecer un erudito. Además no pienso volver a ir
a misa para meter la mano en el cepillo, susurrar picardías a desconocidas,
lanzar las bolsas de basura por el bacón ni airear ventosidades durante la hora
punta en el metro. Quizá haya algo más, pero estoy convencido de que seré un
ciudadano ejemplar.
Microrreelatos presentados para Tomo Y Lomo (Carne Cruda)
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