En ocasiones, el hambre feroz precede a un empacho
de terribles consecuencias. Ella desprendía el aroma que sólo los fogones
experimentados pueden exhalar después de preparar potaje. Su sabor era el de un
mango en el punto exacto de maduración, empapando de almíbar su tez pajiza. El
dulzor físico contrastaba con la acidez que envolvía a su exótica personalidad.
El día después de conocerla, me sorprendió con un mensaje que decía “además de instructora de meditación, soy
detective aficionada y quiero descubrir cómo combinan tus especias con las mías”.
Sólo la falta de alimento para el alma podría explicar el desliz, la sed
insaciable para la cual no existe jugo que la calme.
Algo en
mí suplicó resistirme a los encantos de la gastronomía cubana, pero el estómago
se encargó de acallar la incertidumbre. El aperitivo se sirvió sobre sus largas
piernas mientras el aguacate se abría tímidamente. Después, el puerco asado se
pegó sobre sus generosas caderas. Sin hastiar, me sirvió su postre de dulces
guayabas. Como colofón a la velada quedó el regusto a piña que emanaba del
daiquirí. Me las prometía muy felices viendo los restos desnudos del banquete
sobre la cama cuando la puerta interrumpió la digestión. Un comensal inesperado
de color mulato y espléndidas proporciones entró en la habitación mientras yo
escapaba por el balcón. Muerto de frío me lamenté, ¡qué terrible indigestión!
*Ejercicio para el taller Bibliocafé
*Foto tomada de BandCuba
"...quiero descubrir cómo combinan tus especias con las mías".
ResponderEliminarYa nunca saborearé las especias con indiferencia 😄. Me ha encantado.
Un relato muy hambriento. Debió ser una experiencia increíble el viaje a Cuba... Muy bueno, Rafalé!
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