Cuenta
la leyenda que en las tierras del sur se encuentra la ciudad de los vuelos. Todo
comenzó en uno de los primeros días de verano de hace muchos años. El intenso calor
asolaba las calles, convirtiendo a estas en desiertos de la humanidad. Los
ciudadanos más pudientes escapaban a las playas de otras ciudades cercanas,
mientras que los que menos tenían se refugiaban en sus casas desde que asomaba el
sol hasta que se ponía por completo.
Ante la falta de clientela, los comerciantes se veían
abocados a cerrar sus negocios durante el estío y abandonarse a la ruina. Por
su parte, los trabajadores del campo sufrían la ferocidad del verano, agravado
por la falta de lluvias en invierno y primavera. La fruta estaba seca y carecía
de cualquier tipo de sabor, las cosechas eran escasas y se preveía que las
próximas no merecieran tan siquiera ser recogidas. También los animales de las
granjas padecían en su piel la sequía y la constante lluvia de fuego. El canto
de los pajarillos se había apagado en busca de otros lugares.