Arde
el bloque de hielo, se evapora la capa cristalina y se derrite la interna
desconocida. Nubes transparentes se escapan ante la desesperación paulatina,
entrelazándose con masas de negra mundanidad que forman tormentas de inquietud.
Del vapor no queda constancia sobre su forma remota, ni tan siquiera si alguna
vez la tuvo o existió. Ríos de vida muerta encharcan el suelo, atrayendo a su
orilla a refinados señores y bestias salvajes. A lametazos le quitan la sed a
sus instintos, sin preocuparse de que el fluido estancado alargue sus miserias
o les arrebate toda condición.
Se apaga el incendio y el bloque, más pequeño, se alza con
autoridad. No hay vapor, ni lluvias, los ríos han sido absorbidos, los
cadáveres aumentan y no se conoce fuego que prenda. La película de hielo deja
intuir tesoros encerrados en su interior: la materia prima jamás explotada, la
virginidad eterna, el pensamiento sin ser palabra, la vida antes de nacer, una
conciencia sin corromper, un corazón que no ha aprendido a latir. Exhalar un
aliento cálido, picar las paredes heladas, masticar escarcha para llegar al centro
del hielo.
Presa de las manos no merecedoras, la emoción y la felicidad
se disipan rápido ante el estupor y la incomprensión. Han sobrexplotado la
materia prima, no queda rastro de virginidad, el pensamiento se ha convertido
en palabra imperfecta, ha nacido una vida, se ha corrompido la conciencia y el
corazón late desbocado. Y mientras tanto, el centro del bloque de hielo se ha
derretido al calor de las manos.
Wow... magnìfico... mucha belleza en breves palabras. Mi admiraciòn escritor. @CoraznAtrevido
ResponderEliminarMiles de gracias por leer y tus palabras!!
EliminarPrecioso. Cada historia tuya me gusta más. Escribes increíble, tienes verdadero talento Rafalé. Un abrazo!
ResponderEliminarMuy amable, Fátima! Esas palabras reconfortan muchísimo!
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