En la noche del domingo pasado, frente a la sede de un
partido que se define como muy español, una masa excitada de seguidores gritaba "Un bote, dos botes, español el que no bote".
Tras dar cuenta del error de sintaxis, los cánticos se tornaron hacia un
inquietante "A por ellos, oé",
en el cual no quedaba claro a quién querían hacer referencia con ellos. A pocos
kilómetros de distancia, en la sede del partido ganador, el ambiente no difería
mucho. Una multitud contenida de simpatizantes coreaba "Con el de la iglesia sí, con el veleta no",
mientras su líder trataba de acallarlos demostrando, más si cabe, una insólita
pericia por evidenciar su torpeza.