Somos
estúpidos, pero, aun así, entrañables. Aunque todavía se desconoce el verdadero
motivo y haya multitud de controvertidas teorías, todos los seres hemos sido
agraciados con una existencia. Según cómo se mire, esta puede ser más o menos
interesante, dinámica, exitosa, divertida, vital o personal. Sin embargo, en muchas
parece repetirse un rasgo común que se expande como una plaga: el esfuerzo por
demostrar que nuestra existencia, por mísera que sea, es un circo de cinco
pistas donde el ilusionismo, el espectáculo y las piruetas imposibles se
suceden de forma magistral ante el asombro del público. Afortunadamente, aún conservamos
intacta la elección entre pagar y aplaudir hasta que las ampollas pudran
nuestras manos, o bien liberar a las desdentadas fieras e incendiar la
fanfarria antes de que esta termine por desmoronarse y enterrarnos
definitivamente.