Me siento cobarde al escribirte de nuevo. El fracaso se apodera de mi ser y
por una vez resulta más fácil aceptar la derrota que rechazar el engaño. Sé que
te he dejado guardada, abandonada a tu suerte y olvidada en un rincón donde no
puedo verte y donde sólo el polvo cubre tu tiempo. Aún por terminar, te dejé
marchitar mientras te debatías entre lo más sublime que han esculpido estas
manos de seda y lo más tosco que ha escupido esta mente enfermiza. Sin ser
nada, reservé un hueco para que reposaras eternamente en el paraíso y ahora
mendigas clemencia a las puertas del infierno.
Relatos empolvados, infames bocachancladas y reseña literaria por Rafalé Guadalmedina.
Mostrando entradas con la etiqueta Relato. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Relato. Mostrar todas las entradas
5 de junio de 2012
11 de mayo de 2012
De Entre Los Restos
Agotado, tras un intenso día de trabajo que vislumbraba el fin, Germán cogió
con desgana el carro metálico y se enfiló raudo hacia el almacén. Era la última
tarea, su preferida. El rostro se le iluminó al ver el rincón donde reposaba el
cargamento que debía transportar. Había latas de conserva, hortalizas, fruta,
barras de pan, pescado, carne y envases que jamás entrarían en el juego de la
transacción. Algunos eran rechazados por estar abollados, otros por lucir
manchas sospechosas o por haber rebasado la línea de lo no apto. La política
del supermercado era tajante. Aquellos productos debían ser retirados al
cierre, durante la noche, con la misma discreción con la que un mafioso esconde
un cadáver caliente, con el sigilo de un ladrón que entra en la caja fuerte de
un banco, con la frialdad de un pistolero que dispara a bocajarro a un rehén
maniatado.
Con el carro rebosante salió a la calle hacia la oscura esquina en la que
habitan los contenedores. Antes de llegar, Germán atisbó el tumulto que, día a
día, paciente, esperaba la mercancía. Una mezcla de repugnancia y odio le
invadió súbitamente, desatando un placer animal que le excitaba. Los había de
todos los colores, negros, blancos, rosados y anaranjados; de todas las
procedencias, del sur, del este, de aquí y de allá; de todos los tamaños y
complexiones, pequeños, gordos, altos, corpulentos y desgarbados; de todas las
edades, jóvenes, ancianos, maduros e imperecederos. Cada uno de aquellos individuos
tenía en su haber una historia diferente, la cual versaba en ese instante en
torno al hambre, a la necesidad angustiosa de llevarse algo a la boca. Sus
estómagos no entendían de fechas de caducidad, ni sus orgullos de controles de
calidad o salubridad. Sólo esperaban ansiosos a que se desatara el festín, a
que aquel Dios cruel les brindara una pizca de compasión que ellos agradecerían
con el fervor de un fiel discípulo y el miedo de un esclavo a su amo.
Etiquetas:
Caricias,
Cuchilladas,
Relato
Ubicación:
Alacant
16 de marzo de 2012
La Fuga
De nuevo volvía a la vida. Aquellas bocanadas corrían aceleradas por mi pulmón,
devolviéndome una sensación olvidada, la sensación de vivir.
Sumida en la oscuridad vi pasar los días, angustiada bajo el olvido fui
absorbiendo una noche tras otra. Mientras tanto, trataba de asomar el ojo a
través de una línea de luz que delgada caía por la puerta. Por ella veía su
dormitorio, casi siempre vacío y desordenado, sus calzoncillos esparcidos por
el suelo, la cama revuelta y aquel libro que siempre permanecía anclado en
la misma página. En ocasiones, también le veía a él. Le veía dormir, unas veces
sólo y otras solamente acompañado; le observaba vestirse de etiqueta y
desvestirse sin ella; a la noche le oía romper el silencio y a la mañana
acurrucarse ante él. El más mínimo movimiento era alimento de mi pesar, un
nuevo motivo que alargara el celo que me mantenía despierta.
Etiquetas:
Caricias,
Cuchilladas,
Relato
Ubicación:
Alacant
7 de marzo de 2012
Vacío
No es impotencia. No es el sentimiento rabioso que fluye sin control por tus
venas, no es la sensación que enerva tu cabeza, tampoco el rechinar de dientes
ni la fuerza con la que cierras el puño y golpeas el fracaso. No es nada de
nada. No es la desesperación frente a lo desconocido, no es la envidia del
volar del pájaro libre, tampoco el anhelo de felicidad, ni el ansiado sueño que
desaparece al despertar y que luego desearías recordar.
Es indiferencia. Es el dolor que te observa y no eres capaz de sentir, la
tristeza que ansias tener y no encuentras, el insípido sabor de un beso que
nadie te dio, el intento de fuga a un abrazo que no sabes corresponder. Es algo
invisible, algo silencioso. Es el gusto por estar sólo, es el disgusto de
haberte conocido y estar ahora contigo, el placer de callar y tan siquiera
escuchar, la falsa promesa de una corriente que te llevará a la orilla.
No es pesar. No es la dura carga que te empuja hacia el suelo, no es la angustia
de ser la ficha de un puzle que nadie hará, tampoco la desorientación
prolongada ni el polvo que va cubriendo una ilusión. No es nada de nada. No es
la contradicción de este presente, no es la incerteza con la que dibujas el
pasado ni la certeza con la que olvidas el futuro, tampoco es la preocupación
sobre mí, ni sobre ti, ni sobre nadie.
Es frialdad. Es el muro que oprime el pálpito de este corazón, es el cálido disfraz
como guardián de las emociones, la frustración que como bálsamo se derrite en
la piel, la herida que curas con sal. Es algo nocivo y a la vez adictivo. Es la
respuesta a esa pregunta que nunca te contesté, es la melodía de la canción que
no consigo entender, el firme apoyo que nadie ancló, el espejo que te mira y no
refleja nada.
Es el vacío, la lágrima que quisieras llorar.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Que Te Quiero - Medina Azahara (canción).
Y Sin Embargo - Joaquín Sabina (canción).
Buscando En La Basura - La Fuga (canción).
A La Luz De Una Sonrisa - Gritando En Silencio (canción).
Cuando Los Sueños Se Van - Los Suaves (canción).
Puesto - Sínkope (canción).
Fuentes de Inspiración:
Que Te Quiero - Medina Azahara (canción).
Y Sin Embargo - Joaquín Sabina (canción).
Buscando En La Basura - La Fuga (canción).
A La Luz De Una Sonrisa - Gritando En Silencio (canción).
Cuando Los Sueños Se Van - Los Suaves (canción).
Puesto - Sínkope (canción).
5 de febrero de 2012
Juegos De Autobús
Marcha Atrás
Como cada mañana, al despertar los primeros claros del día, entré puntual en
el autobús que va a la universidad. Tomé asiento en la parte trasera y saqué de
la mochila la última obra que había publicado Mendoza. Instantes después, al
pasar de página, mi lectura se vio interrumpida. Sentía como unos ojos
desconocidos me observaban, un fino hilo al que estaba conectada. Levanté con disimulo
la vista y rápidamente movió la cabeza hacia otra dirección. Se trataba de un
tipo arreglado, lucía una vestimenta estilosa y, a juzgar por sus canas, era un
hombre mucho mayor que yo. Su atractivo semblante y sus ojos azules me deslumbraron
de tal forma que un caluroso cosquilleo me cautivó. Esquivando la repentina
excitación, intenté refugiarme de nuevo bajo las páginas del libro. Él, por su
parte, volvió a centrar su atención en mi cuerpo en cuanto me creyó distraída.
Lentamente su mirada recorría cada recoveco, atravesando la estrecha barrera
que cubría cada centímetro de mi piel. Fue entonces cuando, sin previo aviso,
respondí atrevida clavando mis ojos en los suyos. A diferencia de antes, respondió
al envite con una sonrisa maliciosa aumentando la tensión que nos unía. Se
creía victorioso, sabedor de haber despertado en mí un deseo que su chocante
descaro, el infranqueable silencio y el inquietante misterio avivaban por
momentos.
Al llegar a nuestro destino, confeccioné la estrategia. Demoré la salida y aguardé
su reacción mientras custodiaba su aturdida reacción. Con torpeza se paró antes
de bajar y comenzó a rebuscar en el maletín un enser que maldecía haber olvidado.
Bajamos del autobús a escasos centímetros el uno del otro ignorando el cúmulo
de emociones que habíamos destapado, esperando con ansia a que uno hiciese el
gesto que desatara la guerra. De repente, sus pasos se detuvieron invitándome a
hacer lo mismo. Desafiante le miré mientras buceaba para encontrar la palabra
exacta. Cuando creí tenerla, una chica joven apareció por nuestra espalda y se lanzó
violentamente a besar con furia a mi fallido conquistador. Ajena a la escena y
mi implicación con la misma, reanudé la marcha con una calma que de un plumazo
mi cabeza se encargó de borrar. Una mezcla de bochorno y rencor ardía por todo
mi cuerpo impulsándome a maquinar una venganza fugaz, limpia y sobre todo
hiriente. Apreté con fuerza los dientes y cerré los puños a la vez que
recordaba furiosa aquella estúpida sonrisa que antes me había cautivado y que
ahora quería hundirle en el alma como un punzón. Me di la vuelta, le apunté y, en
un acto reflejo, volvió a esquivarme. Satisfecha, me invadió una reparadora
sensación de alivio y orgullo que en seguida me hizo sentir estúpida. Pero que tonta soy, pensé, riéndome de
mí misma.
Efecto Reflejo
Restaban dos paradas para llegar a mi destino cuando ella montó en la
concurrida línea 36. Era menuda, delgada y con una caballera rizada de tonalidades
morenas. Saludó con una radiante sonrisa al chófer, pasó con delicadeza el
bonobús por el lector y buscó con sus ojos marrones un hueco entre el tumulto
donde estaba yo. Para mi desgracia, al llegar, ignoró mi presencia y me dio la
espalda. Constaté para mi deleite como aquellos ajustados pantalones vaqueros
realzaban el esplendor de su firme trasero, formando una pronunciada curva que se
extinguía como por arte de magia bajo lo prohibido. Durante la parada anterior
a la mía, aproveché el trasiego de viajantes para instalarme sin reparos delante
de ella. Pude admirar como su fina piel, su pequeña nariz y sus apetecibles
labios formaban un conjunto ante el cual un hombre como yo no podía hacer otra
cosa más que sucumbir. Fue entonces cuando cayó a mis manos y sentí su delicado
tacto sobre el mío, el roce de sus sugerentes pechos contra el mío, el olor de aquella
fragancia que me embriagó hasta casi perder el sentido. Mis brazos la sostenían
con suavidad cuando abrió los ojos y penetró en mí su mirada evocadora. Percibí
como por un instante mis latidos dejaban de sonar, como de golpe el tiempo se
paraba junto a ella mientras el resto del autobús observaba con envidia nuestro
apasionado amor. Vislumbré las puestas de sol, los paseos de la mano, las
noches de sexo inagotable, su vestido blanco, el dulzor de la miel de nuestra
luna, una legión de niños que con furia traeríamos al mundo, las rencillas que
apagaríamos sin ropa, la mecedora en la que tejería mi abrigo y hasta el roble
con el que fabricarían el ataúd donde para siempre descansaríamos.
En cuanto el autobús acabó de tomar la curva, ella se recompuso
impulsivamente, premiando mi heroico gesto con un tímido gracias y volviendo a
ofrecerme la perspectiva de su espalda como si nada hubiera ocurrido. La acababa
de salvar de caer a ese suelo asqueroso, de ser el hazmerreír de todo el
autobús. Me había apiadado de su frágil complexión, había ofrecido mi fornido
cuerpo para amortiguarla, había arriesgado mi existencia por alargar la suya. Por
unos momentos había sido mía y así me lo hacía pagar, sorbiendo el amargo cáliz
del olvido. Al llegar a mi parada, dejé abatido el autobús. Escupí a mi suerte
mientras a través del cristal veía como la ingrata desaparecía de mi vista. Ahora
busco un hueco hondo dentro de mi mente donde poder enterrar su recuerdo aún
caliente junto al de todas las demás..
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Juegos Ocultos - Barricada (canción).
Quiero Perderme - Barricada (canción).
Solo Quiero Tu Boca - Barricada (canción).
Fuentes de Inspiración:
Juegos Ocultos - Barricada (canción).
Quiero Perderme - Barricada (canción).
Solo Quiero Tu Boca - Barricada (canción).
20 de enero de 2012
Las Puntadas Del Disfraz
No puedo evitar sentirme intimidado cuando me miras. No tengo más remedio
que agachar la cabeza y esquivar tu mirada aunque te siga escuchando. Desde el
momento en que te conocí, tengo la sensación de que para ti soy uno de esos
libros de aventuras en el que el malo es muy malo y en el que el bueno no lo es
tanto, del que ya sabes quién ganará por lo previsible de la historia. Aunque
no lo parezca, me esfuerzo en hacer que el protagonista se imponga por sus
virtudes y su victoria no sea sólo fruto de las bajezas del rival. Me resulta
tan difícil conseguirlo que me conformo con alargar el cuento una línea más,
con estirar una intriga que nunca existió, para mantenerte embelesada, o para
deleitarme mientras te lo haces.
He de confesarte que todas las noches enhebro la aguja para bordar el mejor
disfraz, y cuando creo que lo tengo, lo dejo tirado sin doblar en el ropero.
Los colores que escogí me parecen ridículos, la delicada textura que me
vendieron se ha vuelto afilada y araña mi piel, y, si me apuras, hasta se me
olvidó hacerle las mangas. Aún así, me sigue dando reparo pensar en tirarlos,
consumirlos lentamente o cortarles unos retales y probar a hacerme un calzoncillo.
Prefiero que el polvo y las polillas los devoren bajo mi atenta mirada. Aunque
suene a vanidad, disfruto alimentando a esos seres invisibles y silenciosos. Tengo
claro que, por ahora, el carnaval es mi hábitat natural, el recoger la tela
gastada, cortarla sin pensar y luego repasarla por la máquina. No quiero confección
de postín, no la entiendo, y de hacerlo bien sólo sería fruto de una mentira
más grande que ésta. Tampoco pretendo cambiar nada, casi todo me parece estar bien
como está. Como ya te habrás dado cuenta, tan sólo imito un corte por allá, tomo
prestado un botón por acá y el índice y el pulgar se encargan de dar las
puntadas que impulsivamente invento.
Entre puntada y puntada he intentado hacer algo que se parezca a un vestido.
No quiero que receles, pero nunca pensé en ti para lucirlo. Siempre que creo
que es el suyo, tímido se lo ofrezco, lo acepta, y cuando descubro su cara me
doy cuenta de que he vuelto a errar. Podría haberles hecho remiendos, ensancharlos
o ceñirlos al gusto, transformarlos en un pijama o en un redondo sostén, pero
me dije que no, que para la siguiente habría otro nuevo hasta que por azar
algún día acierte. Últimamente, el esmero ha desaparecido de la traza de los
vestidos. Las tonalidades vivas y los arreglos brillantes que solía utilizar se
han convertido en oscuridad y sobriedad. Quizás me haya vuelto demasiado
permisivo, o tal vez haya aceptado a lo pequeño como triunfo y a la nada como
consuelo. No tengo prisa ni ansiedad, ni voy a esbozar a la vez los patrones de
dos, lo suyo me cuesta no pincharme tejiendo uno.
No desesperes, para ti también aguardo algo, diferente, único y especial. No
espero sorprenderte, ni tan siquiera pellizcar, sólo quiero que avives la luz
del candil que alumbra este trasnochar de costura, sólo quiero cargarme de razones
para esquivarte la mirada y agachar esta cabeza. Ya sólo queda encontrar el
celofán, pues el lazo que lo envuelve lo acabo de bordar.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Sorprendente - Leño (canción).
Fuentes de Inspiración:
Sorprendente - Leño (canción).
14 de enero de 2012
Pasión Compartida
Cada noche, con la primera fresca, mis labios devoraban su piel rugosa. Acostado
sobre la hierba húmeda, ella me correspondía con dulces caricias que se
derretían lentamente sobre mi lomo. Cada uno de sus gestos borraba todo signo
de temor, calmaba el picor de las heridas que marcaban mi cuerpo maltrecho. Sus
manos agrietadas llevaban a mi paladar aquel sustento que derretía con la
saliva. Después, guiaba mi boca al encuentro del manantial donde me amamantaba hasta
calmar toda mi sed. La contemplaba callado mientras tanto y atisbaba en sus
ojos el placer. Una vez saciado, lamía su cara y susurraba alguna cosa en
muestra de mi eterna gratitud. Disfrutaba tanto de su compañía que en el transcurso
del último roce ya ansiaba nuestro próximo encuentro.
En acabar conmigo, repetía el mismo ritual con todos y cada uno de mis
compañeros. No hacía distinción de aspecto, de color, de olor, de tamaño, ni
tan siquiera de sexo. No le importaba el tiempo que pasara, sus tiernos
movimientos no denotaban prisa alguna, ni tampoco que alguno pudiera sobrexcitarse
en la espera, ella tenía atenciones para todos. Se empleaba con una energía inagotable.
La felicidad brillaba en su cara al ver en la nuestra una tranquilidad y una
satisfacción que aportaba algo de sentido a nuestro vagar, una débil luz a nuestra
oscuridad. Finalmente, aunque colmados, el desánimo se cernía sobre el jardín cuando
ella se despedía hasta el siguiente día.
La espera hasta el reencuentro se hacía tan larga que en algún momento de mi
existencia decidí seguir sus pasos por el día. Solía agazaparme frente a la
clínica a la que acudía todas las mañanas, a sabiendas del riesgo que suponía
para alguien de mi especie. Estaba acostumbrado a esquivar los continuos zarandeos
y las amenazas de la muchedumbre que por allí pasaba. Sin embargo, mi
resistencia se veía recompensada cuando la volvía a ver. Siempre vestía el
mismo harapo negro y sus cabellos alborotados custodiaban un rostro al que se
le advertía el largo pasar del tiempo. Después de permanecer unos minutos
dentro de aquel centro, salía sujetando dos bolsas de importante tamaño. En
alguna ocasión, mi torpeza hizo que me divisara, pero antes de que pudiera
acercarse ya había huido por alguna callejuela, confiando en que me hubiese
confundido con otro.
Con algo más de discreción la seguía por un itinerario que difícilmente cambiaba.
Por la mañana recorría descampados, casas abandonadas, alguna obra y jardines,
donde su fiel clientela la esperaba con ansia. Tal y como lo hacía con
nosotros, aplacaba la sed, el apetito y el abandono de aquellos necesitados con
sus deliciosas atenciones. Mi paladar se deshacía al ver en aquellas caras ese
cúmulo de sensaciones, lo que me tentaba a hacerme pasar por uno de ellos.
Nunca lo hice, sabía que aunque fuésemos muchos, ella podría diferenciarnos
perfectamente.
De vez en cuando, con rubor e impotencia tenía que ver cómo su labor era
increpada por algún vecino molesto que no dudaba en imponerse con violencia o con
llamar a la policía. Ella, indefensa y asustada, huía arrastrando su petate, con
el amargor de haber dejado a medias su labor. De los que no la recriminaban
recogía el azote del silencio, la marginación y la burla. No puedo comprender
cómo el ser humano era capaz de repudiar a un corazón capaz de reconfortar a
tantos.
A la hora en que el sol brillaba en lo más alto del cielo, se guarecía en un
bloque de pisos situado cerca de nuestro hogar. El portal del edificio estaba
completamente destrozado, atestado de vidrios rotos, escombros y un hedor a
putrefacción que envolvía toda aquella zona y que casi me hacía perder el
sentido. Deambulando por allí debía extremar mi cuidado. No sólo tenía que
preocuparme de sortear jeringuillas o cristales de botellas, sino que además
debía ser prudente con la gente que por allí acechaba. A uno de mis compañeros
le cortaron el rabo unos jóvenes del barrio. El único motivo, el puro
divertimiento, la fascinante sensación de someter al débil a las garras del
poder, el aplastamiento como emblema del miedo. Tras divisar aquella triste realidad
donde habitaba mi sustento, regresaba al jardín.
Una de aquellas tardes, con la primera fresca, nuestra impaciencia parecía
desbordarse ante la idea de no reencontrarla. Agitábamos con violencia nuestra
cola, como si se nos escapara la vida. Cuando llegó al jardín, me percaté de sus
torpes movimientos al andar. Observé sus pómulos salpicados por el color morado
y sus labios donde lamía los rastros de sangre de un profundo corte. Sin
embargo aquellos golpes no mermaron la alegría de su semblante al repartir el
pienso que devorábamos y el agua cristalina con la que refrescábamos nuestros
gaznates. Tras una sesión de mimos más larga de lo habitual, se perdió entre
las sombras mientras las lágrimas surcaban su rostro marchito. La pesadumbre de
haber consumido nuestro último encuentro se adueñó de mí y comencé a llorar
desconsolado.
Así fue. Al día siguiente no apareció ante la puerta de la clínica
veterinaria, ni tampoco pasó a dar de comer a otros callejeros como yo. Aquel
día no recibió ninguna mirada de rechazo, ni nadie la echó a empujones de su
jardín. No entró al portal donde apenas subsistía, ni se mezcló con el hedor
que la embriagaba. No fue nadie a preguntar cómo murió o quien la mató, ni
mucho menos a despedirla. Nadie pensó en si tendría algún enser por reclamar.
Sólo los gatos acudimos a decirle el último adiós. Sólo en nuestras mentes vive
aún su recuerdo. Sólo en nuestra piel caldea aún su ternura.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Experiencia.
Todos Los Gatos - Txarrena (canción).
Experiencia.
Todos Los Gatos - Txarrena (canción).
4 de enero de 2012
El Deseo Del Yo
Por un
momento, me gustaría no pedirle a la máquina que concede los deseos, suponiendo
que exista, una novia de buen ver, ni una casa enorme con establos. Me
encantaría malgastar dicha oportunidad para ver cómo sería yo si no hubiera
conocido nunca a nadie a mi alrededor, sin leer una opinión que cambie mi
parecer, sin recordar una melodía que conmocione mi sensibilidad. Me encantaría
saber cómo se hubiera desarrollado mi personalidad por sí sola, deambulando por
el edén como un Adán sin su Eva y sin un Dios que le diga que es el bien y que
es el mal.
Sería curioso
comparar esta personalidad genuina y anacoreta con la que tengo ahora, saber en
qué medida la sociedad y sus herramientas han intercedido en nuestra evolución personal.
Saber si soy realmente yo, lo que el destino más puro tenía reservado para mí,
o si tal vez estoy viviendo en la piel de un producto que poco a poco se ha ido
limando con el contacto exterior. Quisiera saber si sería más feliz, si estaría
más pleno, o si por el contrario me sentiría más cómodo luciendo este disfraz
que entre todos eligieron por mí.
Como es
gratis pedir, también me gustaría que el proceso no fuese artificial, que no se
realizara dentro de una probeta, para dar un toque humano a la cuestión, y que cerca
de mí hubiese más humanos como yo, deshumanizando el toque. Ellos camparían a
sus anchas sin que pudiese verlos, sin escuchar sus voces, sin notar sus pasos,
sin que me toquen, sin que tengan la ocasión de alterar mi interior, ése que
entre todos han sepultado bajo tierra a una distancia tan grande que se me
aventura imposible comenzar a excavar.
Aunque
pensándolo bien, si contemplamos el principio del experimento y consideramos el
período de gestación de mi nueva y solitaria personalidad, ¿recibiría algún
patrón de conducta en el cálido vientre materno? ¿Por el cordón umbilical fluiría
algo más que el rojo de mi sangre? Es más, ¿aquel día que mi padre acaricie el
vientre descubriré alguna emoción que no estuviera intrínseca en mi desarrollo?
Demasiadas pequeñeces que adulteran el objetivo, no puedo arriesgar ahora que
estoy a tiempo. Tendré que imponer un reinicio de la personalidad en el momento
de salir al exterior, olvidar todos y cada uno de los devaneos incontrolables e
insalvables del útero.
Antes de que mi
verdadera personalidad comenzara a expandirse, me deberían depositar en algún
lugar donde pueda ser libre, un lugar lleno de vida y que evite el contacto
directo con todo lo que huela a humano. El bosque será un gran lugar donde
desarrollarme pleno. No estaría de más pedir la equidad de las tonalidades que
dan color al bosque, ya que cualquier inclinación hacia un color en concreto
sería fatal para el experimento. Un predominio del verde haría que mi sentido
de la realidad, la objetividad plena, estuviera enturbiada por un ligero
destello de positividad y energía que tal vez no estaba en mi carga inicial. O
tal vez, un predomino de los tonos rojizos me convirtiera en un ser
excesivamente pasional e idealista, y aunque estuviera en mi destino serlo,
vería al resto de colores con una perspectiva previamente subjetivizada. Tampoco
creo que fuese una buena idea que se me arrebatase la visión o que sólo
existieran el blanco y el negro, quiero asimilar todas las posibilidades que nos
ofrece este mundo. Así pues, en el bosque tendría que haber un reparto preciso
en cuanto a gamas de colores, dando por cierto que lo haya y se pueda llevar a
cabo. No quisiera meterme en planteamientos tan avanzados cuando el mío se
trata de un juego tan inofensivo y simple.
Imagino que
por un razonamiento análogo, la cuestión de los colores habría que extenderla
también al reparto de especies animales y especies vegetales; el número de
machos y el número de hembras; días de calor y días de frío; horas de luz y
horas de oscuridad; días de lluvia, días de viento, días de nieve y días de
sol… Todo sea por lograr un entorno completamente objetivo que me permita
crecer en plenitud con la única guía del uno mismo, de lo que realmente se es,
de lo que verdaderamente soy.
Ahora que
pienso, supongo que para un bebé tan pequeño e indefenso, no será fácil mantenerse
en el bosque, puede ser en cualquier instante pasto de las crueles garras de
las fieras. Además, ¿cómo se alimentaría? Sinceramente, no veo a mi ser bebé
cazando a una bestia, despellejándola y después asarla al fuego. Si el hombre
tardó la tira de años en inventar útiles de caza y el fuego, ¿cómo demonios iba
a hacerlo un bebé en sus primeros días? Menudo despropósito de ocurrencia,
tendremos que reiniciar la personalidad en un punto donde la persona tenga la
capacidad y la madurez para valerse por sí misma. ¿16 años? ¿25 años? ¿40 años?
¿De dónde sacaremos la capacidad y la madurez para ponérsela a mi ser recién
nacido de interior? ¿Seremos capaces de elegirlo de manera que no le
modifiquemos?
Que
complicado es todo, no puedo hacer el experimento desde el comienzo de una
manera pura, ni tampoco usando el reinicio de la personalidad. Lo peor de todo es que si tenía alguna esperanza
de lograrlo escribiendo, creo que he vuelto a naufragar. Yo mismo me habré cambiado
un poco más mientras escribía, y no sé si desde mi interior o desde el
exterior. No sólo hay que luchar con mujeres embarazadas, bosques y técnicas de
reinicio de personalidad, sino que ya no te puedes fiar de ti mismo…
En fin, creo
que tendré que conformarme con pedir que la temperatura del mar donde habita
esta gota de agua sea cálida y que las olas que lo mecen la lleven a las
orillas de una isla llena de sirenas, que aunque me alteren, seguro que lo
hacen para bien.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Gloria Bendita - Mario Díaz (canción)
Si Miro A Los Demás - Con Mora (canción)
Las Intermitencias De La Muerte - José Saramago (libro)
Todo Parece Ir Bien - RadioZ (canción)
He Decidido - Benito Kamelas (canción)
Gloria Bendita - Mario Díaz (canción)
Si Miro A Los Demás - Con Mora (canción)
Las Intermitencias De La Muerte - José Saramago (libro)
Todo Parece Ir Bien - RadioZ (canción)
He Decidido - Benito Kamelas (canción)
26 de diciembre de 2011
La Beatriz Nunca Fue A La Escuela
La Beatriz,
la hija del Raimundo “El Colorao”, no fue nunca a la escuela. Cuando era niña,
la oscuridad y el hambre se instalaron en la realidad que vivía. No quedaba tiempo ni pensamiento para el futuro, tan sólo para la
subsistencia del día a día. Antes de salir a la calle a jugar con las demás
zagalas del pueblo, su madre le advertía que no debía juntase con la Rosario,
la hija del Juan “El Tieso”, y que si alguien le preguntaba por su padre, “El
Colorao”, dijese que lo mataron en la guerra, que por eso vestía aquel
destartalado vestido de riguroso color negro.
La Beatriz,
aún chica, no sabía que en realidad su padre estaba más cerca de lo que creía. Raimundo
“El Colorao”, como tantos otros, estaba escondido en la cueva de la Alacea, en
plena sierra, a unos kilómetros del pueblo. Desde allí, aquellos hombres desposeídos
trataban de buscar con la mirada el pueblo del que habían huido, la familia que
habían abandonado, las ovejas que sin su protección habían devorado el hambre,
el frío y los lobos, la aceituna y la almendra que habían dejado sin recoger
ese año, el anterior y el anterior. Entre los compañeros de Raimundo “El Colorao”
se encontraban Emilio “El Malasombra” o el que hubiera sido el maestro de la
Beatriz, don Faustino.
Desde que don
Faustino desapareció, nadie se había hecho cargo de la escuela, claro que,
tampoco se había quejado ningún vecino. Los más acaudalados habían mandado a
sus hijos a un internado, a un convento o a un seminario lejos del pueblo. Los
demás tenían suficiente con callar y tuvieron que mandar a sus hijos a echarle
de comer a los animales, a traer el agua del río, a quitar tallos, a limpiar
broza, o, como el caso de la Beatriz, a vagar por la calle. Antes de la guerra,
su familia tenía un modesto cortijo, con dos corrales, unos bancales con olivos
y unos huertos. Después no les quedó nada, habían tenido que ir a vivir con la
abuela. Sus pertenencias pasaron sin miramientos a manos de las nuevas fuerzas
del orden, entre las que destacaba el nuevo alcalde, la máxima autoridad y a
quien todos sus enemigos temían, Juan “El Tieso”.
Una de
aquellas mañanas de invierno, la madre de la Beatriz tendía la ropa en las
peñas mirando de reojo la sierra. Estaba inquieta, no sabía si el paquete que
le dio a la mujer del Emilio “El Malasombra” le habría llegado ya a su marido.
El pico más alto de la sierra estaba completamente blanco, y pensaba que sí en el
pueblo hacía un frío que cortaba, en la sierra debía ser espantoso. Temblaba,
pero no de frío, sino al recordar la última visita de Juan “El Tieso” a casa. Llegó
apestando a licor y con una atroz sed de venganza. La arrinconó contra la
pared y le dijo que ya sabía que el maricón de su marido estaba jugando al
escondite por la sierra, y que muy pronto lo cazarían. Le susurró, mientras le
acariciaba los pechos sin poder oponer resistencia, que estaba a tiempo de
contarle donde estaba “El Colorao” y ofrecerle así un mejor futuro para la
Beatriz y sus otras dos hijas. Para rematar, le juró que si colaboraba con las
fuerzas de la ley y el orden, esas tierras, que sin más remedio les tuvieron
que quitar, podrían volver a ser suyas.
En ese
momento de escalofrío, escuchó las voces de la Beatriz, quien corría disparada
hacia ella. Era aún pronto, no era la hora de comer, y sus hermanas no habían
llegado todavía. Cuando llegó a las peñas, la Beatriz comenzó a gritar que
sabía dónde estaba su padre, que estaba en la sierra. Inmediatamente su madre
la espetó para que callara, por suerte no había nadie allí, y fueron a la casa.
La Beatriz contó que su padre, Raimundo “El Colorao”, estaba en la cueva de la
Alacea, que se lo había dicho la Trini, la hija del Emilio “El Malasombra”. Al
parecer éste último se lo había dicho a su mujer por carta, y ésta a la Trini. La madre
de la Beatriz hizo un gesto de preocupación por la revelación de su hija, y le
pidió que bajo ningún concepto lo debía mentar por la calle, porque sino los
hombres de Juan “El Tieso” irían a buscar a su padre para matarlo. La Beatriz, a
pesar de ser muy chica y de no haber ido nunca a la escuela, entendió perfectamente
que cualquier revelación podría ser fatal, como la que le había hecho a la
Rosario, su mejor amiga, la hija del Juan “El Tieso”, antes.
Tras la
revelación de la Beatriz, su madre se fue derecha a la herrería, a ver a la
mujer del Emilio “El Malasombra”. Allí encontró a Paco “El Herrero”, un hombre
rudo e inmensamente gordo, quien estaba calentando el hierro en la forja. En
seguida apareció su hermana, la mujer del Emilio “El Malasombra”, y se dirigieron hacia la casa de ésta. La madre de la Beatriz comenzó a gritar enfurecida, diciendo que
no se podía jugar con algo tan serio, que no le podía decir nada a las zagalas,
que eran muy chicas y podrían cascarlo, como ya había hecho la Trini con la
Beatriz, y como ignoraban, que lo había hecho la Beatriz a la Rosario. La mujer
del “Malasombra” le prometió que tendría más cuidado, le contó que el paquete había
llegado bien a su destino, y le dio una carta, era de Raimundo “El Colorao”, su
marido.
En la carta,
le contaba que el frío y el hambre no habían llegado a acabar con él, pues el
calor del recuerdo de ella, su amada, le daba fuerzas para seguir hasta el
final. Le decía que se iban a unir a un grupo que había al otro lado de la
sierra, ya en la parte de Jaén, para reconquistar el pueblo más pronto que
tarde. Enseguida, la madre de la Beatriz se derrumbó y comenzó a llorar, descargando
en su compañera toda la tensión, la soledad y el miedo que había acumulado
durante este tiempo atrás.
Ya a la
noche, en un fugaz instante, la emoción de la Beatriz y de su madre se
transformó en el mayor de los terrores. Un instante tan fugaz como el que tardó
Juan “El Tieso” en dar una patada a la puerta y abrir la casa de la abuela de
la Beatriz. En ese momento, la Beatriz, la niña que nunca fue a la escuela, se
acurrucaba entre sus dos hermanas. Su corazón dio un vuelco al oír la voz ronca
del padre de la Trini, el Juan “El Tieso”, quien reclamaba a su madre. Sabía
que a esas horas tan oscuras no podía tratarse de nada bueno, y se metió debajo
de las mantas tapándose los oídos mientras las lágrimas cubrían su rostro.
Al otro lado,
Juan “El Tieso”, completamente borracho, se tambaleaba eufórico frente a la
madre de la Beatriz. Entre carcajadas contó que habían capturado al cobarde del
“Colorao” en la cueva de la Alacea, en todo lo alto de la sierra, que lo tenía
en el ayuntamiento junto al resto de rojos que estaban con él, y que como en el
fondo era muy bueno venía para darle la posibilidad de estar un rato con él. En
un movimiento reflejo, la madre de la Beatriz se revolvió, y echó a correr
hacia el ayuntamiento.
Antes de
llegar, en la plaza, un tumulto de gente la zarandeó mientras la escupían y le
gritaban que era una roja y una atea. Un impulso de coraje, hizo que se zafase de
las garras de aquella gente y consiguió entrar al ayuntamiento. Allí, su
corazón se detuvo bruscamente. Tirados en el suelo yacían ocho hombres, todos
con numerosas marcas de disparos y con sus camisas manchadas de sangre. Entre
ellos reconoció a don Faustino, el que hubiera sido el maestro de la Beatriz,
Emilio “El Malasombra”, quien estaba custodiado por su mujer, quien aullaba de
dolor, y por Paco “El Herrero”, quien trataba de consolarla. No había rastro de
su marido, Raimundo “El Colorao”.
En ese
momento, Juan “El Tieso” la cogió y le dijo que pasara a la sala que tenía a su
derecha. Por un momento su corazón volvió a latir a un ritmo vertiginoso. Pensó
que Juan “El Tieso” le había dado la oportunidad de ver a su marido, y que en
breves momentos podría estar con él, abrazarle, acariciarle y besarle por fin. Pero
no hubo abrazos, ni caricias, ni tampoco besos, solo el amargo sentimiento que
produce ver al ser querido muerto a tus pies, mientras descubres que su captor,
el hombre que lo mató, te acaba de clavar en el alma la más cruel de las burlas,
la más punzante de las cuchilladas, mientras ríe y se jacta diciendo que aquel
colorín ya no podría volar nunca más.
Al día
siguiente, la Beatriz, sus dos hermanas, su abuela y su madre, la única familia
que le quedaba a Raimundo “El Colorao”, fueron a dar tierra aquella vida arrebatada,
aquel cuerpo apaleado. No hubo misa, ni oración, ni pésames, sólo tristeza,
lágrimas e impotencia, mucha impotencia. Tampoco hubo lápida, sino una marca en
el suelo que la lluvia y el tiempo se encargarían de borrar. A unos metros, el
mismo procedimiento fúnebre tenía lugar en torno al cuerpo del Emilio “El
Malasombra”. Aún se podían considerar afortunados, pues a los otros seis nadie
los reclamó y una hoguera de rencor transformó sus molidos huesos en polvo.
La Beatriz
nunca supo nada sobre la macabra broma que el padre de la Rosario, su mejor
amiga, le hizo a su madre. Pero, la Beatriz, sí que entendió que nada de eso
hubiera pasado si no le hubiera contado nada a la Rosario, si no le hubiera
dicho que su padre, Raimundo “El Coloroao”, no estaba muerto, como le había
advertido su madre, sino que estaba escondido en la cueva de la Alacea y que le ehcaba mucho de menos y que lo que realmente quería era verle. La Beatriz tampoco supo que su amiga, la
Rosario, le pidió a su padre, Juan “El Tieso”, que ayudara a la Beatriz a
reencontrarse con su padre, que la cueva de la Alacea no estaba tan lejos y que
él podría bajarle. La Beatriz tampoco supo que Juan “El Tieso” prometió a su
hija que sí que lo haría, que el mismo se encargaría de que muy pronto se
pudieran ver padre e hija. La Beatriz tampoco supo que Juan “El Tieso” le juró
a su hija que cuando encontraron a Raimundo “El Colorao” ya estaba muerto, de
frío, que él no lo mató.
La Beatriz,
la hija del Raimundo “El Colorao”, nunca fue a la escuela. Nunca supo leer, ni
escribir, ni contar, ni la interminable lista de los reyes godos. Después de la
muerte de su padre, antes de salir a la calle, su madre le advertía de que no debía
de juntarse con la Rosario, la hija del Juan “El Tieso”. Pero la Beatriz,
todavía chica, no necesitó saber de muchas cosas, ni de escuelas, ni las advertencias
de su madre, para que al llegar a la plaza, tras recibir la inocente
condolencia de su amiga la Rosario, volvieran a jugar como si nada hubiera
pasado, como si todo lo que nunca supieron fuera tan frágil como la vida, como
si todo el odio que rezumaban sus familias fuera tan ligero como para volar y desaparecer por siempre.
Amar es perdonar, pero no olvidar.
A mis abuelas y abuelos, y a todas aquellas historias
olvidadas…
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Castril - Granada (pueblo).
Los Girasoles Ciegos - Alberto Méndez (libro).
Suela De Alpargata - Barricada (canción)
La Lengua De Las Mariposas - Juan Luís Cuerda (película).
Llegan Los Cuervos - Barricada (canción).
Silencio Roto - Montxo Armendáriz (película).
La Guerra Civil En Andalucía - Gonzalo Crespo Gil (documental).
Castril - Granada (pueblo).
Los Girasoles Ciegos - Alberto Méndez (libro).
Suela De Alpargata - Barricada (canción)
La Lengua De Las Mariposas - Juan Luís Cuerda (película).
Llegan Los Cuervos - Barricada (canción).
Silencio Roto - Montxo Armendáriz (película).
La Guerra Civil En Andalucía - Gonzalo Crespo Gil (documental).
1 de diciembre de 2011
Mick Mokorock
Mick Mokorock
se da cuenta de que su feliz letargo acaba de llegar a su fin. Todavía retumba en
su cabeza la reciente decisión de Keith, Ron y Charlie, su fiel artillería, de
dejar la banda que hacía diez años habían formado, Mokorock. Los constantes
delirios de Mick habían precipitado una situación que hacía tiempo que se
mascaba dentro y fuera del grupo.
Al comienzo
se trataba de un simple entretenimiento, recoger los restos del éxtasis que otras
bandas habían trazado en forma de línea, sentir el cosquilleo del cuerpo antes
de salir a matar, cortar el sudor con un cuchillo. La falta de talento y
técnica musical de los tres músicos fue suplantada por la salvaje impronta de
Mick. El cantante, y compositor, amasaba la rabia punzante y el arrojo feroz en
temas de no más de dos minutos que consiguieron conectar con un público que buscaba
desesperadamente un mesías con el que rellenar su existencia.
Hoy, queda
muy poco de lo que fue, tan sólo le acompaña la misma fachada: una cresta puntiaguda
de color amarillo, los imperdibles oxidados que cuelgan de sus orejas, la insignia
de Mercedes que sobresale de su deshecha chupa de cuero y unas botas negras con
restos de barro y mierda. Mira en el local de ensayo las fotos de los primeros
tiempos, las portadas de sus primeros álbumes. La pose desafiante y el vigor que
delataba su rostro en las imágenes confrontan con su titubeante actitud y las
arrugas que florecen en su cara. Busca agobiado en el bolsillo una papelina que
le alivie de este pesar.
Mick recuerda
el primer bolo de Mokorock. Fue en un garito cochambroso, sin aire que respirar
y con un equipo renqueante que sonaba a puro infierno. Todos sus colegas habían
acudido a la cita y Mick se había sentido esa noche en la más absoluta de todas
las cimas. Las miradas entre los cuatro jóvenes eran cómplices y las hostias se
mezclaban con la felicidad debajo del improvisado escenario. Cuando acabó el
concierto recogieron los trastos y se pimplaron uno a uno todos los bares de
mala muerte que encontraron a su paso.
Mick no
olvida el último bolo de Mokorock, anoche. La actuación comenzó dos horas más
tarde de lo previsto. Sus fieles seguidores estaban muy calientes, pero aguardaron
su ira ante la tambaleante aparición de Mick, una más. Las cuerdas de Mick
estaban destrozadas, no podía apenas vocalizar y cuando parecía que se entonaba
confundía las letras. El resto de músicos adivinaron el huracán que venía,
aunque no tuvieron tiempo de reaccionar. De repente una piedra impactó en la
cabeza de Mick, la música dejó de sonar y todos corrieron a resguardarse en el camerino.
Se guarecieron de las piedras, pero no de los gritos y las amenazas que se
colaban por debajo de la puerta. El autobús de Mokorock fue quemado, la sala
fue arrasada y en unos minutos apareció la policía para brutalmente cargar
contra todos los asistentes. Curioso destino para un grupo que cantaba: “Colgad a los putos maderos, de los huevos.
Machacar el sistema policial, a base de fuego”.
No puede
soportar el pensamiento, busca una dosis mayor que le haga volar. En seguida le
viene el recuerdo de Janis, su primera novia. La conoció en una de sus primeras
actuaciones fuera de la provincia. Aunque eran ya cientos los que venían a sus
conciertos, eran todavía pocas las que ardían por conocer a Mick. No supo muy
bien que decirle, al bajar del escenario perdía esa seguridad que le
caracterizaba y se trababa al hablar. Después de cuatro años de relación, Janis
sabía que Mick la estaba destruyendo. Su amor era tan fuerte que podía asumir
que la engañara noches tras noche, drogarse al mismo nivel que él, pero no
podía aceptar que la tratase como una más. Una noche apareció ahorcada en su
casa presa del miedo y el desamparo. Mick no acudió al entierro, y aquella
noche pareció aliviado con la compañía de otras dos Janis.
Los recuerdos
flotan a su alrededor a una velocidad vertiginosa, clavan sus garras en su ser
haciéndolo trizas. En su piel la sangre corre a borbotones y el aire parece
escapársele por momentos. Intenta correr desvalido, escapar de las zarpas de la
muerte. Un intenso fogonazo le sorprende en la huida, sus huesos dan contra el
suelo. Ya no habrá dosis ni consuelo para este juguete roto.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Pepper Ann (serie).
Sid Vicious (cantante).
El Pico I y II - Eloy de la Iglesia (película).
Tentando A La Suerte - Barricada (canción).
Txus - La Polla Records (canción).
Las Drogas - Segismundo Toxicomano (canción).
Pepper Ann (serie).
Sid Vicious (cantante).
El Pico I y II - Eloy de la Iglesia (película).
Tentando A La Suerte - Barricada (canción).
Txus - La Polla Records (canción).
Las Drogas - Segismundo Toxicomano (canción).
15 de noviembre de 2011
Caminos Inescrutables
Mi extinguida
vocación se cultivó en los albores de la infancia, en el ir y el venir de una
familia tradicional de campo, amamantada por un fuerte fervor cristiano. La educación religiosa que recibí siguió con firmeza cada uno de los
pasos que marcan los sacramentos. Me bautizaron en la cuna, tomé la comunión de
niño y al final de mi adolescencia ingresé en el seminario, camino del porvenir
del servicio al altísimo.
El vivir
instalado en un ambiente tan marcado y sumamente complacido, recibir una
formación estricta y el miedo y rechazo frente a lo prohibido, no me permitieron
cuestionar a fondo el sentido de la creencia, y tan siquiera el de mi propia existencia.
Así, supongo, pensaban mis abuelos, y así querían mis padres que lo aceptara yo.
De esta forma labré mi compromiso, forjado con el celibato, mi unión con Dios,
hasta que un día cambié el ostracismo seminarista y un plácido futuro como
párroco por las clases de historia en un colegio de secundaria que la orden
tenía en la capital.
De entrada
tuve que aceptar la reciente irrupción del personal laico en el profesorado, en
clara respuesta al escaseo vocacional de los jóvenes de mi generación. Algo más
de esfuerzo me llevó quitarme el recelo que me causó el encontrar una compañera.
La profesora emborronaba con una dulce caligrafía pizarras enteras con fórmulas
trigonométricas y propiedades geométricas. Tenía un aspecto angelical, se la
intuía decidida e inteligente. Era recatada al vestir. Recuerdo su falda larga
y las tonalidades castañas de su largo pelo, firmemente fijado por una coleta.
Su rostro era agradable y su sonrisa era capaz de iluminar la tormenta más
negra. Esas tiernas facciones custodiaban una caja de sorpresas de la que yo iba
a tener la oportunidad de ver, tocar e
incluso paladear.
En mis
primeras semanas, mi carácter retraído y el temor que siempre acepté naturalmente
hacia el sexo femenino me apartaron de ella. Los tímidos encuentros en el
pasillo me incomodaban, me alteraba sin premeditación y esquivaba como un
resorte su mirada tras un insustancial hola y adiós. Aprendí con el tiempo a prever
y evitar los fugaces momentos en los que coincidíamos, para alejar la tensión
que me consumía. En los claustros, afortunadamente, no le cedía más de un
asentamiento con la cabeza. Al contrario de lo establecido, mi plan de
aislamiento corporal fue un impulso definitivo para que mis pensamientos se
agitaran peligrosamente.
Al acabar de
comer, tenía por costumbre bajar a un aula vacía para preparar las clases del
día siguiente, revisar exámenes pendientes o recibir las siempre inoportunas
dudas de los alumnos. En una de aquellas tardes, una intensa lluvia se apoderó
del cielo, mientras en mí piel sentía una penetrante sensación de frío seco. De
repente, mi corazón dio un vuelco al ver la entrada de una mujer toda empapada.
Pensé que se trataba de la madre de algún alumno, pero rápidamente la reconocí.
Su cabello liso había dejado paso a un indomable mar de rizos, y su rostro inocente
dio paso a una sonrisa maliciosa,
descarada, que se deleitaba cada vez más ante mi inseguridad. Quedé completamente
paralizado, sin reacción, exhausto, con una sofocante, y hasta ahora
desconocida, sensación de calor de la que me atrevo a reconocer como
placentera. No opuse ningún tipo de resistencia, sus manos ya se deslizaban por
mi cuerpo y su boca despedazaba sin compasión la mía. Sin haber mediado ninguna
palabra, inmóvil, y aún temblando, la vi desaparecer del aula.
Esa misma
tarde renuncié a mi puesto en el colegio y comencé un período de búsqueda en mí
mismo que derivó en el abandono de mi ocupación religiosa.
En cuanto a
ella, pensarás, cambió la compañía de los sacerdotes por la de las monjas. Cuando
llevo a los niños al colegio, maldita coincidencia, recuerdo aquellos cabellos
que ahora su hábito esconde mientras recibo cortante su indiferencia en
respuesta a mi perspicaz sonrisa.
Visto lo visto, tendré que aceptar que el
inescrutable camino marcado por Dios no siempre conduce hacia él.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Cuéntame Como Pasó (serie).
Dolores Se Llamaba Lola - Los Suaves (canción).
Imaginación, demasiada...
Cuéntame Como Pasó (serie).
Dolores Se Llamaba Lola - Los Suaves (canción).
Imaginación, demasiada...
29 de octubre de 2011
Una Historia Incompleta
Vencido por el infranqueable designio
del destino, el joven Salvador es ahora consciente de que estos minutos
probablemente sean los últimos. Su triste suerte no altera la serenidad que,
desafiante, clava en los ojos del guarda que porta su nombre escrito en plomo.
A diferencia de sus compañeros de viaje, el joven no siente miedo, ni pena, ni tan
siquiera odio. Nada es capaz de sentir, su corazón se fue secando a la espera.
Atisbando el espectro del penal,
recuerda a Miguel, su querido profesor, y hasta ayer camarada. La pasada
medianoche yacía sentado en el mismo lugar que ahora lo hace Salvador, camino
de la tierra que da cobijo a sus huesos. Al bajar de la camioneta, el maestro se retorció horrorizado
pensando en que había arrastrado a su alumno predilecto a un cruel final, muy
alejado de los pregones de libertad e igualdad con los que le había seducido en
tiempos pasados. En el último resuello, se preguntaba si la carta
que había escrito llegaría a las manos de su destinatario, si conseguiría
asimilar a tiempo todo lo que hasta ahora le había ocultado. Ahora, muerto, aguarda
respuesta en una solitaria fosa el desgraciado reencuentro.
La densa niebla y la negra oscuridad ocultan
la camioneta de los hombres privados, ahogando sus pensamientos, despedazando
sus historias, todavía incompletas. Salvador ignora que una de las piezas que
le faltan para completar la suya, la pieza más importante, está custodiada por
el guarda al que firmemente sostiene la mirada. El frío sacude todos sus huesos
y el latido de su pecho se apaga a la espera. Mientras tanto, las robustas
manos del guarda acarician la carta de Miguel mientras debate la posibilidad de
dársela al joven antes del fusilamiento.
El traqueteo del motor se detiene en
un páramo que apesta a sangre derramada y a sed de venganza. Empujados por una
retahíla de soldados armados, uno a uno los hombres marcados van bajando del viaje
final. Todos menos uno. El cuerpo de Salvador yace apoyado en la barreta del habitáculo.
Su cabeza se inclina hacia delante, apuntando al suelo con los ojos entornados
y la boca entreabierta. Su corazón dejó de esperar, no conocerá el plomo que
lleva su nombre. Rápidamente el guarda se adelanta y sube a zarandearlo, sin
recibir respuesta alguna. La mano que acariciaba el papel le arde tan intensamente
como el miedo de privarle de su lectura, el temor de que la espera del joven se
haya agotado.
Acto seguido, dos soldados portan el delgado
y maltrecho cuerpo de Salvador, siguiendo el asustado deambular del guarda. Con
la débil luz de un candil busca la zanja donde reposa quien antes de morir le
dio el escrito que ahora le quema en el bolsillo. Al llegar al lugar, la mano
abrasadora del guarda se desliza sobre el pecho helado de Salvador, dejando la
carta cerca de su corazón. Súbitamente, los ojos de Salvador se abren de nuevo
brillantes por un instante, penetrando por última vez en la mirada del guarda. De
un seco empujón el cuerpo del alumno se posa encima del profesor, de su
camarada, mientras el barro sepulta por siempre el agujero del amargo
reencuentro, dejando para el olvido una historia por completar.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
El Lápiz Del Carpintero - Manuel Rivas (libro).
El Lápiz Del Carpintero - Antón Reixa (película).
La Voz Dormida - Dulce Chacón (libro).
La Lengua De Las Mariposas - José Luís Cuerda (película).
La Tierra Está Sorda - Barricada (álbum).
Los Girasoles Ciegos - Alberto Méndez (libro).
Fuentes de Inspiración:
El Lápiz Del Carpintero - Manuel Rivas (libro).
El Lápiz Del Carpintero - Antón Reixa (película).
La Voz Dormida - Dulce Chacón (libro).
La Lengua De Las Mariposas - José Luís Cuerda (película).
La Tierra Está Sorda - Barricada (álbum).
Los Girasoles Ciegos - Alberto Méndez (libro).
27 de octubre de 2011
El Espejo de Laura
Laura se mira en el espejo asustada.
De nuevo en la cama tendrá la sensación de vagar a la deriva, de estar
maniatada a una cadena a la que nunca opuso resistencia. La crueldad de los
grilletes marca, y marcará, su marchito rostro, su cuerpo espigado y un alma
oscura, que jamás será coloreada por el esperanzador pincel.
Laura se mira en el espejo
contrariada. No dará marcha atrás, pero la incertidumbre la invadirá, apuntando
el alto riesgo de caer del estrecho hilo. Quizás, piensa, mientras acaricia su
malogrado pecho, aguantará para dejar que la marea la lleve a un nuevo puerto,
limpiando las heridas con agua y sal, o se quitará el antifaz que tanta veces
deseó quemar.
Laura se mira en el espejo decidida.
Empuñará las tijeras y emulará el viraje que va a atravesar el corazón de quién un
día fue sol, y en devastadora tormenta se convirtió. Sonreirá poseída, no
tendrá miedo. Marcará su decisión recortando su descuidada cabellera, esperando
a que vuelvan a brotar las ganas de sentirse bella.
Laura se mira en los miles de
fragmentos del espejo que acaba de destrozar enloquecida. No volverá a sentir el escalofrío
mientras se deja follar por él, no tendrá que escuchar sus repugnantes gritos,
ni soportar sus disculpas sobre su sangrante rostro. Está decidida, tampoco irá
mañana a despedirle en su entierro. Sujetará con fuerza las tijeras para cambiar de su
filo el castaño desgarbado por un intenso color rojo.
Laura se vuelve a mirar al espejo vacía, un
nuevo y sucio espejo. Lentamente se acostumbrará al hedor de su nueva
habitación; comprenderá los delirios de sus compañeras; y hasta adaptará su
gusto a la maltrecha bandeja y el funesto sabor.
Jamás volverá a ver la esperanza en el
espejo, jamás volverá a ser ella. Laura.
----------------------------------------------
Fuentes de Inspiración:
Elisa K - Judit Colell i Jordi Cadena (película).
Echa A Correr - Barricada (canción).
Marta Dibuixa Ponts - Carles Cortés (libro)
Cosmofobia - Lucía Etxebarría (libro).
Penadas Por Ley - Boikot (canción).
Grita - MalSujeto (canción).
Fuentes de Inspiración:
Elisa K - Judit Colell i Jordi Cadena (película).
Echa A Correr - Barricada (canción).
Marta Dibuixa Ponts - Carles Cortés (libro)
Cosmofobia - Lucía Etxebarría (libro).
Penadas Por Ley - Boikot (canción).
Grita - MalSujeto (canción).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)